Opinión

El diablo y el PSOE

El diablo reside en los detalles. Un tomate sin zurcir en un calcetín puede arruinar la imagen pública más irreprochable. El PSOE debería pensar en estas cosas.

El diablo reside en los detalles. Un tomate sin zurcir en un calcetín puede arruinar la imagen pública más irreprochable. El PSOE debería pensar en estas cosas.

La organización de las primarias socialistas ha proyectado una imagen de incapacidad que no ayuda en absoluto a la aspiración confesada por el PSOE ceutí de convertirse en una alternativa seria de gobierno.

La tramitación administrativa previa a las votaciones de las que saldrá el futuro secretario general del partido ha resultado poco lucida. La presentación de una candidatura inesperada, la del veterano socialista Enrique Moya, ha puesto en evidencia el proceso. Los responsables del mismo no han dudado en someter a la consideración de la Comisión Federal de Ética y Garantías la validez de la documentación aportada por Moya. ¿Su problema? Las dudas acerca de si el trámite se formalizó o no dentro de plazo.

El aspirante registró por correo electrónico su solicitud a las doce menos veinte de la noche del pasado martes, jornada en la que concluía el periodo de tiempo concedido a los candidatos para formalizar sus propuestas. Y, entonces, la duda asaltó a los responsables del proceso: ¿el plazo terminaba a las ocho de la tarde o a medianoche? Su decisión de someter a escrutinio la validez de la candidatura no ha hecho sino evidenciar algo que debería sonrojar a los dirigentes y militantes socialistas: quien organizó el proceso parecía no tener claro algo tan básico como la hora a la que concluía el periodo de recepción de las propuestas de los aspirantes ni los canales a través de los cuales las candidaturas podían formalizarse.

Hay situaciones comprometidas que, sin embargo, pueden superarse con ciertas dosis de discreción. Uno puede conducirse con cierta torpeza en casa, pero nadie en el vecindario tiene por qué enterarse. Así, al partido le habría bastado, a pesar de sus insólitas dudas sobre las reglas del procedimiento, aceptar la candidatura de Moya. Y aquí paz y después gloria.

En lugar de ello, y contra sus propios intereses, los socialistas optaron por hacer públicas sus vergüenzas.

Y es éste es el detalle donde hemos de buscar, para el caso presente, la presencia del diablo.