Opinión

Enfermedad

Ha vuelto a pasar. Las cifras del desempleo en Ceuta han mostrado este mes de julio un comportamiento diametralmente opuesto al registrado en el resto de los territorios del Estado: el número de parados en la Ciudad Autónoma vuelve a crecer mientras decrece en todas y cada una de las comunidades españolas.

Ha vuelto a pasar. Las cifras del desempleo en Ceuta han mostrado este mes de julio un comportamiento diametralmente opuesto al registrado en el resto de los territorios del Estado: el número de parados en la Ciudad Autónoma vuelve a crecer mientras decrece en todas y cada una de las comunidades españolas.

Ceuta padece un problema crónico, enraizado en una realidad social compleja que alienta la discriminación y la desigualdad en amplios grupos de la población. El paro, en cierto modo, no es sino un síntoma. La ciudad está enferma, y sus estadísticas de desempleo son la manera que este mal tiene de manifestarse.

No hay políticas de empleo que acaben con esta tara si no existe, primero, una voluntad de reconocer los problemas que asaltan a una sociedad achacosa, e, inmediatamente después de identificados sus orígenes, la determinación de atacar las causas primordiales. El crisol de culturas apenas es un perol donde se abrasa todo cuanto cae en su interior.

Una aceptación de la realidad social que ha tocado vivir a los ceutíes de 2016 supondría una buena actitud para empezar a resolver los graves problemas que amenazan a la ciudad, el del desempleo entre ellos. Quien siga mirando atrás, atrapado en la idea de que Ceuta puede seguir siendo lo que fue hace apenas 30 años, estará colaborando al hundimiento de esta ciudad. No pocos ceutíes, y entre ellos buena parte de quienes asumen responsabilidades públicas, continúan sacando lustre a un municipio imaginario que hace años dejó de existir.