Opinión

Muerte en la frontera

La muerte este lunes de una porteadora víctima de una avalancha humana al otro lado de la frontera resulta, a estas alturas, inadmisible. La pésima gestión del paso fronterizo está, inequívocamente, detrás de este fallecimiento. Pero nadie parece encontrarse demasiado inquieto por ello.

La muerte este lunes de una porteadora víctima de una avalancha humana al otro lado de la frontera resulta, a estas alturas, inadmisible. La pésima gestión del paso fronterizo está, inequívocamente, detrás de este fallecimiento. Pero nadie parece encontrarse demasiado inquieto por ello.

España y Marruecos comparten, además de frontera, la responsabilidad de garantizar la seguridad de las personas que circulan a través de ella. Y no lo están haciendo. Las condiciones indignas en las que cientos de personas se ven obligadas a transitar de un país a otro ya constituían suficiente escándalo como para que las administraciones de los dos países hubiese tomado cartas en el asunto, decididamente y con el propósito real de acabar con la situación. La muerte de una persona, y no es la primera, eleva la exigencia si cabe. Pero no hay nadie al mando que demuestre estar a la altura.

En lo que concierne más directamente a los ceutíes, la actitud de la Delegación de Gobierno ante situaciones como ésta sigue resultando irritantemente sorprendente. El hecho de que el fallecimiento se haya producido en otro país no convierte el suceso en algo que haya de resultar ajeno a las autoridades españolas. Los inquilinos del edificio de la Plaza de los Reyes no pueden escudarse en el silencio.

La archiconocida apelación al tacto exquisito que al parecer ha de presidir el comportamiento de España en sus relaciones con Marruecos no es suficiente para justificar una actitud tibia e inaceptable.