Opinión

Una obligación moral

29 jóvenes originarios de países subsaharianos han logrado entrar clandestinamente en la ciudad desde Marruecos en los primeros cuatro días del nuevo año. El sábado, la Guardia Civil localizaba en la costa de Benzú el cadáver de un hombre de raza negra, ahogado, probablemente, en su intento de alcanzar la playa. Un grupo de 200 personas veía frustrada este día 4 su tentativa de franquear la valla fronteriza en su tramo septentrional. Las autoridades españolas y la sociedad ceutí deberían sentirse interpeladas. Resulta acuciante dar respuesta a un reto que nos concierne directamente y que pone a prueba la altura moral de nuestra comunidad.

29 jóvenes originarios de países subsaharianos han logrado entrar clandestinamente en la ciudad desde Marruecos en los primeros cuatro días del nuevo año. El sábado, la Guardia Civil localizaba en la costa de Benzú el cadáver de un hombre de raza negra, ahogado, probablemente, en su intento de alcanzar la playa. Un grupo de 200 personas veía frustrada este día 4 su tentativa de franquear la valla fronteriza en su tramo septentrional.

Las autoridades españolas y la sociedad ceutí deberían sentirse interpeladas. Resulta acuciante dar respuesta a un reto que nos concierne directamente y que pone a prueba la altura moral de nuestra comunidad.

2016 no parece que vaya a ser el año en el que las cosas mejoren. Los ceutíes, al igual que ocurre con nuestros lejanos vecinos melillenses, somos testigos cotidianos y privilegiados de los movimientos migratorios y sus miserias. Quienes contemplan sin mediadores el drama humano que la migración comporta no deberían mantenerse indiferentes a ese dolor y, desde luego, habrían de evitar que sus conductas añadieran más pesadumbre a tanto padecimiento.

El mar ha devuelto el cadáver de un hombre y nada parece habernos conmovido. No se aprecia una reacción proporcionada a esta tragedia, tan singular pese a repetirse tantas veces. Que ninguno de nuestros representantes públicos haya hecho declaración alguna sobre el suceso ya no resulta sorprendente. Que gente de a pie, emboscada en el púlpito confortable y muelle de las redes sociales, se dedique a la infamante tarea de arremeter contra los más indefensos y de alentar el odio con un manifiesto desprecio ante el sufrimiento ajeno resulta intolerable.

Los ceutíes tienen una obligación moral. Y observarla o no dirá mucho acerca de quiénes somos.