Opinión

El oso y los presupuestos

El Gobierno de la Ciudad presentará públicamente su proyecto de presupuestos para 2016 el próximo lunes. La aprobación de las cuentas anuales de ayuntamientos y comunidades autónomas constituye una declaración de intenciones del gestor de turno y un momento decisivo que determinará si, en el futuro, las expectativas y necesidades de los administrados quedarán o no satisfechas.

El Gobierno de la Ciudad presentará públicamente su proyecto de presupuestos para 2016 el próximo lunes. La aprobación de las cuentas anuales de ayuntamientos y comunidades autónomas constituye una declaración de intenciones del gestor de turno y un momento decisivo que determinará si, en el futuro, las expectativas y necesidades de los administrados quedarán o no satisfechas.

Todo documento de presupuestos esconde ciertas dosis de impostura y simulación. Los partidos políticos sucumben a determinadas inercias que resulta imposible corregir. Es como pedir a una piara de cochinos jabalíes que remede a una bandada de estorninos y emprenda el vuelo camino del cálido sur. O exigir a un oso hormiguero que incorpore bocadillos de panceta a su dieta. Cada cual según su naturaleza.

Admitido esto como aserto incuestionable, resultaría deseable confiar en que la proximidad de las elecciones generales no lleve a los redactores de los presupuestos a incurrir en demasías y abandonarse a entusiasmos que, quizás, acaben no compadeciéndose con la realidad. Con las cosas de comer no se debe jugar.

Si se consiguiera arrancar de los gestores públicos este compromiso –no caer en un electoralismo que, en la mayoría de las ocasiones, resulta insultante para los ciudadanos-, podríamos aceptarles ciertas veleidades. Quizás, aquí, un polideportivo que nunca se construirá o, más allá, una rebajita de impuestos que jamás llegará a aplicarse.  Cuando el oso hormiguero se conduce decentemente, no hay porque obligarle a desayunar con bacon.