Opinión

Plan

El debate sobre el estado de la Ciudad ofrece una oportunidad a los grupos parlamentarios para detenerse y reflexionar, más allá de las querellas cotidianas, acerca de cuál es el futuro que aguarda a los ceutíes. Una confrontación honesta de ideas y proyectos, una ocasión para evaluar qué errores se han cometido y qué camino habrá de seguirse para corregirlos. En definitiva, el debate sobre el estado de la Ciudad debería ser lo que probablemente no será.

El debate sobre el estado de la Ciudad ofrece una oportunidad a los grupos parlamentarios para detenerse y reflexionar, más allá de las querellas cotidianas, acerca de cuál es el futuro que aguarda a los ceutíes. Una confrontación honesta de ideas y proyectos, una ocasión para evaluar qué errores se han cometido y qué camino habrá de seguirse para corregirlos. En definitiva, el debate sobre el estado de la Ciudad debería ser lo que probablemente no será.

De ordinario, las sesiones plenarias de la Asamblea no resultan de demasiado provecho para los administrados. Los debates quedan empantanados por intercambios retóricos inacabables, órdenes del día que incluyen asuntos menores cuya valoración podría sustanciarse de manera satisfactoria mucho antes de llegar al pleno, acuerdos que se ejecutan tarde o nunca…

Si nos rendimos y damos por desahuciadas las sesiones ordinarias, sólo nos queda la esperanza de que convocatorias como la del pleno del debate de la Ciudad vengan a proporcionar aquello que tanto se añora: la reflexión sosegada, la ponderación y el compromiso con los acuerdos alcanzados.

La propuesta que plantearán tres grupos de la oposición para la elaboración de un plan de inclusión social parece un buen punto de partida para empezar a mejorar la calidad del pequeño parlamento ceutí. Veremos.