Opinión

Precio

La adquisición por la Ciudad de la estatua “Solidaridad”, obra de la escultora ceutí Elena Laverón, no tiene visos de ser pacífica. Su precio, 165.000 euros, ha motivado las críticas de la oposición. Además, para más inri, Caballas asegura que la artista acaba de ceder tres de sus obras de manera gratuita al Ayuntamiento de Torremolinos.

La adquisición por la Ciudad de la estatua “Solidaridad”, obra de la escultora ceutí Elena Laverón, no tiene visos de ser pacífica. Su precio, 165.000 euros, ha motivado las críticas de la oposición. Además, para más inri, Caballas asegura que la artista acaba de ceder tres de sus obras de manera gratuita al Ayuntamiento de Torremolinos.

La cuantificación económica de las obras de arte constituye una tarea ardua. Si, además, la pieza se configura como símbolo de los valores, aspiraciones o modelos de vida de un grupo humano, la estimación del precio se complica aún más.

La Ciudad ha querido rendir tributo a la solidaridad, una intención que le honra. Las autoridades podrían haber elegido cualquier otro valor igualmente apreciable como la perseverancia, la honradez, el amor materno, la munificencia, la entrega desinteresada o la filantropía. Pero no, nuestros próceres decidieron que el principio que cabía exaltar en la ocasión presente era el de la solidaridad.

Algún malintencionado murmurará que el único gesto solidario que se advierte en este episodio es el que ha tenido el Gobierno local con la artista, quien se embolsará la nada desdeñable cifra que tanto escándalo ha generado.

El precio de la estatua que luce en el Paseo del Revellín puede muy bien ser el que pagará la Ciudad o, incluso, como ha asegurado el presidente Vivas, el doble de esa cantidad. La señora Laverón es una escultora reputada y su producción, como obra del ingenio y el talento, seguramente costará ese dinero. Ésa no es la cuestión.

El Gobierno de Ceuta ha elegido rendir tributo a la solidaridad, una resolución que se antoja contradictoria con los postulados que suele defender. Porque, y eso es lo que todos suponen, la solidaridad que simboliza la estatua de Laverón alude a la que la población local cultiva hacia los migrantes que de manera clandestina acceden a nuestra ciudad. Es en ello donde reside la incongruencia.

Cuesta aceptar que quienes defienden una política migratoria fundada en una estrategia fundamentalmente policial, indiferente a la legislación internacional y reacia a favorecer el reconocimiento de los derechos de los migrantes se dediquen a exaltar tan elevados valores.

Lo que cueste la estatua, en cierto modo, es lo de menos.