Opinión

El rostro de Mahmut

Cuando Mahmut Traore logró franquear la valla fronteriza de Ceuta, seis de sus compañeros perdieron la vida en el intento. Este inmigrante senegalés ha contado a Ceuta Actualidad sus terribles vivencias. La media docena de sus compañeros que aquel septiembre de 2005 también lo intentaron no podrán hacerlo nunca.

Cuando Mahmut Traore logró franquear la valla fronteriza de Ceuta, seis de sus compañeros perdieron la vida en el intento. Este inmigrante senegalés ha contado a Ceuta Actualidad sus terribles vivencias. La media docena de sus compañeros que aquel septiembre de 2005 también lo intentaron no podrán hacerlo nunca.

Resulta curioso observar cómo los dramas personales concitan más solidaridad (o conmiseración, o como quiera llamarse) cuando el individuo que los padece tiene rostro, voz y nos interpela directamente. No ocurre lo mismo si la tragedia se cierne sobre una muchedumbre anónima que, en la lejanía, se asemeja a un enjambre, a una amenaza incierta. Surgen entonces las advertencias sobre el inminente advenimiento de una avalancha, la necesidad de defender nuestros límites fronterizos, la convicción de que el interés nacional resulta incompatible con ese grupo sin nombre que avanza en nuestra dirección.

En esta situación, se ensalza la labor de la Guardia Civil, como si el reconocimiento del trabajo de los agentes exigiera, indefectiblemente, postergar los derechos humanos de los otros. El guardia civil que el pasado jueves se arrojó al agua para salvar la vida de un inmigrante costamarfileño que se ahogaba es un ejemplo de generosidad, de decencia. Es probable que los indecentes utilicen este gesto de humanidad para justificar una ley injusta, contraria a todo aquello que el derecho internacional establece acerca de los derechos de cada hombre, de cada mujer.

Mahmut tiene rostro. Y puede que a alguien eso no acabe de gustarle.