La situación de inseguridad en los polígonos de El Tarajal ha retornado a la primera línea de la información. Los incidentes, las aglomeraciones, los abusos se han convertido de nuevo en noticia tras varios meses de relativa calma.
La ordenación de la frontera es una obligación no sólo para con la economía local sino también, y quizás esto sea más relevante, hacia la dignidad moral de los propios ceutíes. La escena de cientos de personas hacinadas en la frontera, obligadas a sufrir a diario una situación que cualquiera de nosotros estimaría indigna resulta impropia de un país que se pretende al nivel de sus socios europeos.
La proyectada reorganización del paso fronterizo va camino de convertirse en un tópico cuya materialización no cesa de ser anunciada una y otra vez. Mientras, y a la espera de que se acometan las obras programadas, quizás fuera bueno plantear un plan de emergencia que instaure la cordura en un recinto que no deja de ser un espacio para intercambios comerciales. Aunque actualmente parezca un arrabal donde se juega la supervivencia de quienes no disponen de más ingresos que los que obtienen gracias al trasiego en la frontera.
