Opinión

Todo serían ventajas

A falta de una estimación precisa de las ventas, los comerciantes ceutíes no parecen estar descontentos con la recién clausurada campaña navideña. La incorporación a la oferta comercial de iniciativas como el Viernes Negro parece haber imprimido una inercia favorable sancionada por una notable afluencia de clientes a los establecimientos de la ciudad. Entre ellos, los anhelados compradores procedentes del país vecino.  

A falta de una estimación precisa de las ventas, los comerciantes ceutíes no parecen estar descontentos con la recién clausurada campaña navideña. La incorporación a la oferta comercial de iniciativas como el Viernes Negro parece haber imprimido una inercia favorable sancionada por una notable afluencia de clientes a los establecimientos de la ciudad. Entre ellos, los anhelados compradores procedentes del país vecino.   

La normalización del tránsito de peatones y vehículos por la frontera de El Tarajal, propiciada por la restricción temporal impuesta al paso de porteadores, parece haber favorecido las expectativas de los comerciantes. El Gobierno de la Ciudad aseguraba esta semana que la aplicación de limitaciones en el paso fronterizo, que se levantarán el próximo martes, ha alentado las visitas de los turistas marroquíes a la ciudad, una impresión que comparten los portavoces del comercio local.

Esta nueva política de control fronterizo, aunque temporal, ha ejercido efectos beneficiosos sobre la quebradiza salud de los comercios ceutíes, si hemos de creer en los diagnósticos aportados por los representantes de la Ciudad y los empresarios.  La colaboración entre las autoridades españolas y marroquíes que lo ha hecho posible debería ser sólo un primer paso. Acercar la frontera a los estándares de la Unión Europea es abrir una puerta a la mejora de las relaciones entre los dos países y a la posibilidad de un florecimiento de sus economías.

Con todo, la erradicación de lo que eufemísticamente ha venido llamándose “comercio atípico”, de hacerse efectiva, llevará consigo un coste humano que habrá de ser considerado. Esta modalidad de contrabando ofrece un medio de vida a centenares de personas que, al otro lado de la frontera, verían comprometidos sus precarios medios de vida si el actual estado de cosas se modificara. Si llegáramos a entendernos en el propósito de “civilizar” las instalaciones fronterizas, también deberíamos poder hacerlo para asistir a quienes más tienen que perder. España y Marruecos mejorarían sus economías y, al tratar a estos seres humanos como tales, ganarían en decencia. Todo serían ventajas.