Opinión

El bluf político

Muchas son las razones que me mueven a escribir este cuento. Pero, bien, antes que nada, aclarar que hablo de un reino imaginario, es decir, que nunca existió ni existirá porque si no, no sería imaginario. Y esto es lo que tienen las reflexiones: que cuando se piensa en algo que no existe es que no es verdad. Por ello cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Que quede claro: ¡lo que no ha ocurrido nunca no puede ser real!

Muchas son las razones que me mueven a escribir este cuento. Pero, bien, antes que nada, aclarar que hablo de un reino imaginario, es decir, que nunca existió ni existirá porque si no, no sería imaginario. Y esto es lo que tienen las reflexiones: que cuando se piensa en algo que no existe es que no es verdad. Por ello cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Que quede claro: ¡lo que no ha ocurrido nunca no puede ser real!

Y en este país imaginario se alcanzó por fin la democracia. Sí, ese sistema menos malo de gentes que se consideran iguales. Y todo empezó con la unión de grupos de gentes cada vez más numerosos en torno a ideas que los unían. Y estas ideas que los agrupaban les empujaron a crear grupos cada vez más numerosos de afines, que hablaban y se comprendían entre ellos. Comprensión mutua que les daba seguridad en sus propias vidas personales. Pero todo tiene un comienzo y un fin. Así, y de esta manera, uniendo voluntades, crearon lo que ellos llamaron partidos y sindicatos. Los primeros para defender sus ideas políticas y los segundos para defender los intereses de los asalariados. Y todos sonrieron pensando que lo estaban haciendo bien.

Mas siempre ciertas miserias humanas tienden a imponerse sobre las ideas creadoras y acaban por vencer las ilusiones iniciales. Porque de esta manera, el tiempo fortaleció dichas agrupaciones hasta el punto de que comenzaron a crear estructuras jerarquizadas de organización para poder ser cada día más fuertes e influyentes en sus sociedades creadas. Estructuras en las que todos los afiliados y simpatizantes participaban de su mantenimiento económico, necesario para su supervivencia. Dinero y jerarquía les dio cada día más poder y ambición para implantar sus ideas particulares sobre los demás. Pero ignoraban que con ello el mal estaba hecho y que poco a poco iría carcomiendo sus ideales de libertad e igualdad.

Estas actitudes iniciales fueron reduciéndose y nada impidió que poco a poco surgieran grupos cada vez más fuertes de ciudadanos unidos por una misma causa y bandera de ideas. Y sintiéndose cada vez más poderosos designaron a un caudillo que los dirigiera y representara. Olvidando que todas las personas tienen un estigma que les domina y que se llama ambición de poder sobre los demás. Y una vez elegidos, esos primeros caudillos se hicieron poderosos sobre los demás acólitos quienes, poco a poco, empezaron a crear una oligarquía dependiente de sus decisiones buscando el clientelismo personal que les permitiera mantener sus posiciones de dominio sobre los demás. La estructura piramidal estaba ya creada, basada en un líder y sus protegidos que dominarían a todos los demás. Desde ese momento el caudillo mandaba a los validos elegidos por él y que por interés personal le defendían con uñas y dientes al margen de las ideas.

Con el tiempo, estos caudillos y su oligarquía alcanzaron la caja del tesoro público al que todos los vasallos aportaban partes de sus pequeñas economías sintiéndose ricos y poderosos. ¡Y vieron que ese dinero de todos, que no siendo de nadie en particular, era suyo en administración y libre disposición! Disponibilidad económica que les permitiría aumentar su poder mediante la compra de más clientes deseosos de ganar un dinero fácil. Y esta situación de administrar el dinero de todos les permitió aumentar su poder sobre los mismos que se lo entregaban. Desde entonces, trastocando sus propios inicios, las ideas se imponían de arriba abajo

Pero esta estructura piramidal y jerárquica no solo había sido realizada por un solo grupo sino que también otros grupos la habían creado, dividendo a la sociedad. Y por ello empezó un enfrentamiento visceral entre ellos. Caudillos e ideas diferentes enfrentaban a los más. Solo un elemento les daba la fuerza y la debilidad en sus impositivas decisiones: eso que llamamos urnas y votos. ¡La guerra entre ellos por el poder había empezado! Y dado que la sociedad identificaba su caudillaje con las ideas y banderas iniciales, se enfrentaban fieramente. Y como en el ajedrez los peones se hicieron para ser sacrificados en defensa de su rey, también fue esa la posición en la lucha que asumieron los afiliados y simpatizantes respectivos.

Pero llegaron otros tiempos en que dichos caudillos, viendo resquebrajarse su poder y sabiendo que acabando con el caudillo opositor su posición sería reforzada, iniciaron una cruzada personal de acoso y derribo. Seguros de que acabando con el líder las huestes que le seguían serían debilitadas en su beneficio personal. De esta manera, fueron normales la demonización y los ataques personales. Y eran tan fuertes los enfrentamientos que la sociedad empezó a quebrar en su convivencia. Enfrentamientos que asumieron inmediatamente las distintas oligarquías designadas a dedo que defendían al tiempo su propio bienestar personal.

Y la región al poco tiempo se volvió absurdamente empobrecida, rabiosa y huérfana, ya que su verdadera realidad no importaba en absoluto para los diferentes caudillos. Ellos y sus oligarquías compradas solo defendían sus propios intereses, olvidando el mal causado que con su estúpida lucha personal originaban. ¡Daba igual, ellos sabían que siempre tendrían gente pagada que les defendiera!  Y el reino casi casi desapareció en estas luchas. Y la forma abstracta y límpida de las primeras ideas desapareció ante el intrusismo de las ambiciones personales de los caudillos.

Y esto es algo que espero que nunca pase en la realidad. Y por eso solo hablo de reinos imaginarios nunca reales.  ¿Verdad?