Opinión

El relicario

Voy a contar un interesante cuento, en esta ciudad arañada por el agua y el cielo, aunque sea con pálido lenguaje, que no es nuevo.

Voy a contar un interesante cuento, en esta ciudad arañada por el agua y el cielo, aunque sea con pálido lenguaje, que no es nuevo. Porque en el palacio cercano  al jardín de la Plaza de África y en el relicario donde se guarda cada cuatro años las reliquias de adoración, en tiempos no muy lejanos, sucedió un extraño hecho que al parecer todavía es merecedor de cierta fama, aunque el tiempo lo haya tornado gris para la ciudad. De esta manera, que no de otra en el palacio que existe junto a la iglesia y la catedral con poca razón y entre  ruidos electorales… ¡Algo raro paso!

Y así (…) hace casi dos décadas, sin saber nadie el cómo y el por qué, un día los ceutíes nos despertamos con una nueva reliquia encerrada en el relicario que supone el despacho presidencial sorprendiéndonos a todos. No era un simple añadido sino que se integraba en él haciéndose centro de todo lo que políticamente se pueda uno imaginar. Es decir (…) ¡La reliquia estaba en el mismo centro de aquí mismo!

Al instante y manejando los dineros que continuamente allí llegaban, la nueva reliquia encandiló a muchos ciudadanos. De nada servía la reflexión, cuando conmoviendo las carteras, todos caían prisioneros de su encanto. De esta forma ante el refulgente embrujo de encontrar el favor de la encerrada reliquia, todos sentían que era lo que siempre habían deseado.  Poco a poco, la mayoría notaba en su interior los silenciosos pasos de nuevos rumores que llenos de verdaderos significados personales e interesados, les alcanzaban. Barboteos de nuevas posibilidades se agarraban a sus perplejos juicios. Mil susurros de delicadas palabras llenas de sonidos de promesas trompeteras, embriagaban sus corazones. Y finalmente, asediados por doquier, en una suerte ya fijada, participando de su poder todos se sometieron a su voluntad, rodando  fielmente a su alrededor.

Porque allí (…), en el despacho presidencial, ahora convertido en magnifico relicario, esta nueva reliquia conseguía  que cada ciudadano la adorase y cuando así sucedía, brotaban nuevas ambiciones de nuevos expectativas personales. De esta manera, pronto se llenó la ciudad de nuevos vasallos de sus milagros. Rápidamente,  el embrujo de sus valores se suspendió sobre toda la ciudad y, siendo…a veces… ciertas sus realidades disparó el fervor popular, imponiéndose con sus mercedes. Pronto y de esta manera, se la considero como un extraordinario bien que no convenía malgastar Por ello encerrada en su despacho a modo de relicario lleno de cosas raras, dejaba que desde él se hablase simplemente de lo que la reliquia personalmente decidía. Sin saberlo (…) ¡Encadenada a  su relicario y prisionera de él, se había convertido en intocable símbolo, incapaz de cambio real alguno! Desde entonces, sujetas y cerradas a su tiempo, las ínfimas ascuas de inteligencia que sus originales milagros encendían, se tornaron en meros y mentirosos ecos inmutables que llegaban a todas las casas.

Sin embargo en la calle y pasado el tiempo, los hombres, huérfanos de su inmediata influencia y prebendas, abriendo los ojos a las meras evidencias que la realidad mostraba, se saciaron de repetir sus primeras y limitadas argucias milagrosas,. Pero no es posible que el embrujo de una reliquia desaparezca de golpe y por entero en un mismo instante. Por ello tuvo que pasar cierto tiempo, para que los ciudadanos empezasen a abandonar la excesiva adoración que la tenían y poco a poco desearon un presente de realidades que no les llegaban nunca. Lógicamente, mermándose los favores que tanto les seducían, poco a poco se fueron olvidando y apartando de tan preciada reliquia, creada por ellos mismos.  Y como era de esperar su influencia desaparecía, descubriendo que lo que el relicario presidencial escondía era verdaderamente una reliquia huera ya que careciendo de la genialidad y seguridad de principios, que solo otorga una verdadera reliquia, el relicario no guardaba nada de un ficticio progreso milagroso.

Por ello, perdiendo el poder del hechizo inicial, muchos observaron que abandonándola, no temblaba el centro del universo ceutí. Ya que la palmera volvía y volverá a ser palmera, y las gentes seguirán despertándose soñolientas del agradable embrujo que otorgan las siestas de verano. De esta manera, con el tiempo la reliquia desapareció, disipándose y dejando libre el relicario

Y si este cuento todavía no parece cierto, esperemos a ver si con el tiempo la nueva reliquia que se encierre en el relicario, nos lo cuenta como cierto, haciendo desaparecer a los/as viejos/as favoritos/as, así como a la actual portavoza de la reliquia, que actualmente y juntos todos se deslizan por los despachos cercanos al relicario mendicando la limosna de sus milagros personales.