Opinión

A los queridos y anónimos comentaristas digitales

No nos engañemos, la prensa es como una tela de araña, donde las opiniones de sus autores va disponiendo sus telas grises revestidas de miel o veneno, según interese al editor que a fin de cuentas es quien paga.

No nos engañemos, la prensa es como una tela de araña, donde las opiniones de sus autores va disponiendo sus telas grises revestidas de miel o veneno, según interese al editor que a fin de cuentas es quien paga. Telas de creados hilos que esperan silenciosamente como algunos de los miembros que forman ese inmenso ejército anónimo de ingenuos insectos, que recorren sus escritos se enreden en sus elaborados escritos. Luego…una vez enredados en sus telas, son abducidos y convertidos en nuevos voceros de sus dirigidos pensamientos. Esta es de una forma u otra la verdadera función de los medios de comunicación. ¡Así ha sido, así está escrito y así será!. Quizás sea la forma más rápida de definir y sintetizar lo que actualmente estamos asistiendo en nuestros medios de comunicación.

De esta manera, que no de otra, visten sus escritos con acontecimientos apasionantes nutriéndolos con las fobias y filias de la sociedad que los leemos y escuchamos. Pero, no tan solo intentan crear su tela de araña, sino que ahora y gracias a lo que denominamos las redes sociales, crecen como los champiñones mil y mil telas de arañas digitales nuevas que faltas de otra regulación se mantienen por si mismas creando sus propias despensas. Surgen así, los comentarios anónimos a los artículos publicados. Un ejemplo…se publica un artículo en un medio digital. Se abre una puerta anónima para que los anónimos protegidos en el desconocimiento de su personalidad puedan expresar su opinión. Ahora pueden pasar dos cosas: Que nadie escriba nada, lo que sería un fracaso para el articulista y para la edición, o por el contrario que existan varios lo que da un cierto éxito. Por ello, es necesario que dicho artículo sea comentado y en su periódico, consecuentemente es imprescindible que de una forma u otra algunos empiecen a opinar. Si son muchos los comentarios, el editor podrá considerar que es un éxito de audiencia tan necesaria para mantener su negocio.

¡Éxito…si son muchos los comentarios! Pero… ¿y si no hay ninguno…? Donde se queda el periodista que lo público…¿en la derrota?. ¡No hay problema…porque la solución en esa red de araña invisible que nadie sabe de dónde surge el hilo da posibilidades para muchas otras cosas. Así y previamente de acuerdo entre algunos artífices, empiezan ellos mismos a comentar los artículos por ellos publicados o de sus compañeros, utilizando nombres sorprendentemente sacados de las páginas del diccionario español o de un juego de roll en inglés. Es más…algunos de ellos…los más cultos se expresan con propiedad. Por ejemplo…un tal taxonomista inquieto…”En mi tierra, cuando un animal tiene pico de pato, patas de pato solemos asegurar que es un pato”. Magnifico comentario que indica dos cosas: primero que el anónimo es un erudito de las letras escritas por el rebuscado nombre que ha dado a su anónimo y dos…que no siempre es así, ya que existe un animal que tiene pico, patas de pato, pone huevos, no tiene orejas y no es un pato…científicamente se le conoce como ornitorrinco. ¡Ya vemos por tanto que no siempre es todo seguro, aunque algunos manejen tan bien la prensa!

Pero bueno, vamos a lo que vamos…De esta manera, de la noche a la mañana cualquier artículo se ve adornado por infinidad de opiniones absurdas que animan a leerlo cuanto menos aunque solo sea por algunos. Aunque lo importante de las opiniones anónimas es la bronca y la confrontación, así que sin leerlo en la mayoría de las veces estos magníficos anónimos solo se dedican a despreciarlo e insular a sus autores sin más. Ya sabemos que la palabra ¡Pelea…Pelea!.  Atrae a más tontos que la palabra ¡Reflexión!. Y de tontos en nuestra nación, en Europa, en el mundo y en nuestra ciudad todos sabemos que tenemos el corral atestado.

En fin…hoy estaba un poco aburrido y me ha dado por pensar en los absurdos comentaristas anónimos y sus tontas opiniones. Pero ahora me voy a pasear por mis calles y luego a leer un libro. ¡A ver cuántos digitales me publican este artículo!