Opinión

La presunta supuesta carta de Sánchez

Fue un notición hace un año. De la noche a la mañana, España cambiaba su posición respecto al Sáhara Occidental: dejaba de apoyar el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, en línea con la postura de las Naciones Unidas, y se manifestaba en favor del plan de autonomía para este territorio presentado por Marruecos ante la ONU en 2007.

Así se ha dicho y eso parece, pero ¿ha sido así verdaderamente? Si sigue leyendo este artículo, tenga en cuenta dos principios: que la diplomacia es fundamentalmente el terreno de lo fáctico y que, en este ámbito, lo que ES no siempre es más importante que lo que PARECE.

Todo se desencadenó por obra y gracia de una carta enviada por el presidente Sánchez al rey Mohamed VI. La carta no se ha dado a conocer. Curiosamente fue el Gabinete Real marroquí quien anunció su recepción así como parte de su contenido. Y, si bien unos días más tarde apareció publicada en El País una imagen de la supuesta carta firmada por el Presidente del Gobierno, lo cierto es que, cuando medios de comunicación han solicitado una copia íntegra de la misiva, se les ha negado amparándose en los límites al derecho de acceso establecidos en la Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno. Dicho escrito es, hoy por hoy, cuasi secreto.

El texto publicado reúne, por su parte, unas características que lo cuestionan. Así, presenta numerosos errores gramaticales y de redacción impropios tanto del Ministerio de Asuntos Exteriores como de quien lo firma. Y menos en un documento de este nivel donde lo habitual es que cada palabra sea cuidadosamente medida y escogida. ¿Cómo puede no parecer sospechoso cuando, por ejemplo, se refiere al propio ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, como «ministro de Asuntos Europeos»?

La carta filtrada bien parece, como mucho, una mala traducción del francés firmada, eso sí, por el Presidente del Gobierno. Nadie ha dicho que el documento publicado tenga su origen en España.

Y ha sido esta extraña y secreta carta la que ha posibilitado que Marruecos -otra vez ellos- proclamara que España cambiaba su posición sobre el Sáhara y pasaba a apoyar su propuesta de autonomía. Un giro tan rotundo y con evidentes consecuencias que bien hubiera merecido una declaración expresa y hasta solemne por parte del Gobierno de España.

Fue Marruecos quien lo anunció y fueron los titulares de la prensa nacional e internacional los que, a continuación y acompañados de cuatro días de silencio, dieron por hecho este cambio de posición. El Gobierno de aquí simplemente ha otorgado. Y esta actitud es, precisamente, el valor de esa “carta”.

Otro día podemos entrar en su contenido, así como en las declaraciones cuidadosamente calcadas realizadas unas semanas después en Rabat. Porque, ¿realmente se ha producido un cambio en la posición sostenida por España durante más de cuarenta y cinco años?

Sería discutible, en primer lugar, que estas declaraciones del actual Presidente del Gobierno, por su alcance, entraran dentro de las competencias que la Ley le reconoce para determinar las directrices de la política exterior. Subrayar, además, que se efectuaron sin debate previo alguno ni en las Cortes generales ni siquiera en el propio Consejo de Ministros. En su contra se han manifestado expresamente no sólo la oposición en pleno sino también buena parte de sus socios parlamentarios -incluidos significativos socialistas-, e incluso del propio Gobierno. El valor político de esta toma de posición casi personal es más que cuestionable y mucho más su valor jurídico.

Pero es que además, y en segundo lugar, tanto el Presidente como el Ministro de Exteriores en posteriores comparecencias –eso sí, las celebradas en España- no han dejado de negar un cambio de posición, insistiendo en que el Ejecutivo continúa "comprometido con la legalidad internacional" y "con Naciones Unidas y las resoluciones del Consejo de Seguridad" (que son las que reconocen aquél derecho de autodeterminación saharaui).

Ni Argelia ni el Frente Polisario han entendido este juego de sutilezas que sí que ha sido suficiente para los intereses de Marruecos. Bien se ha ocupado éste en airear en los foros internacionales este sutil “cambio de posición”, animando con ello a otros países a posicionarse “también” en su favor.

¿Tiene algo que ver todo esto con nosotros? Cinco días después del anuncio marroquí, el mismo día en que “la carta” aparecía en El País, Pedro Sánchez visitaba Ceuta para hablar con el Presidente de la Ciudad. A continuación, hacía lo propio en Melilla.