Opinión

El fogón de la demoscopia

El día en que Fernando Villaespín Oña, en ese momento ya exdirector general del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, explicó cómo funcionaba este organismo en el programa de La Sexta “El Intermedio” supe, por fin, cuál era el modo que desde allí se empleaba para realizar sus sondeos de opinión, especialmente los relativos a las convocatorias electorales.

El día en que Fernando Villaespín Oña, en ese momento ya exdirector general del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, explicó cómo funcionaba este organismo en el programa de La Sexta “El Intermedio” supe, por fin, cuál era el modo que desde allí se empleaba para realizar sus sondeos de opinión, especialmente los relativos a las convocatorias electorales.
Aquella noche me quedó muy claro que solo la vinculación entre el jefe de la institución demoscópica y el gobierno de turno había venido evitando a lo largo de los 50 años de historia del IOP (Instituto de Opinión Pública), primero, y CIS, después, que el cargo de confianza del ejecutivo se prodigase en declaraciones más o menos comprometidas sobre su manera de hacer las cosas ante los medios de comunicación. Y, de todo, lo que más me llamó la atención fue que reconociera abiertamente que las encuestas se “cocinababan”. Y más aún: que “cocinar” un sondeo es la parte fundamental en el proceso de su elaboración.
Recordar aquella entrevista del Gran Wyoming al politólogo Villaespín me ha movido a pronunciarme sobre un fenómeno del que, sorprendentemente, muchos ciudadanos carecen de la oportuna información, de tal modo que continúan pensando que “cocinar” un sondeo electoral es una actividad fraudulenta y que invalida el resultado del mismo. Nada de eso. Lo que sí que lo hace es interpretar de manera interesada los factores aportados por un entrevistado que no quiere manifestar su voto al representante de turno que le ha llamado de manera aleatoria para sondearle o entrevistarle.
Empiezan preguntando por los problemas del país, por quién los puede resolver... Y, al final, es posible que el entrevistador no sepa a quién va a votar el entrevistado. Pero, por ejemplo, una señora de unas características concretas, que te valora a unos líderes de una forma, a otros de otra, que te dice que ha votado siempre a tal partido y que va a ir a votar de todos modos, ya está dando los datos, junto a algunos otros, para que, pasados por el tamiz demoscópico arroje el partido destinatario del voto que esta señora no ha querido revelar (ejemplo basado en otro publicado por el “Huffington Post”). Pero cuando el resultado de la “cocción” está interesadamente manipulado es cuando se habla de “cómo se han pasado en la cocina” o de “cómo se les fue la mano con los ingredientes del guiso”. Probablemente sea esto lo que confunda a la gente. Pero, ya digo, “cocinar”, que viene a ser algo así como interpretar para resolver un voto oculto, no es ya normal sino imprescindible.
Imaginemos que de 1.000 encuestados para un sondeo electoral, 300 no manifestasen su intención de voto. El resultado sería absolutamente diferente al que arrojase las urnas. También es cierto que a los sociólogos les gusta bien poco el término acuñado por la prensa, objeto de análisis en este artículo, tal y como asegura el catedrático de sociología de la Universidad Complutense, Joaquín Arango. Aunque no les ha quedado otro remedio que terminar por aceptarlo. En mayor medida sí lo hacen y hablan de ello empresas privadas como Metroscopia, Demoscopia, Sigma 2 o la local Sociópolis. El CIS niega la evidencia cuando, además, es una empresa pública marcada muy estrechamente por los gobiernos de turno.
Me consta, por lo que me he documentado, que tanto a José María Aznar como a Zapatero o Rajoy, algunos directores del CIS les duraron poco más de 20 días en el cargo por no doblegarse ante sus extraordinarios anhelados “guisos”. ¿Quién no recuerda a Teresa Fernández de la Vega y su bronca política con la entonces jefa del Centro de Investigaciones Sociológicas, Belén Barreiro? Ésta aseguró que terminó dimitiendo porque no soportaba más el intrusismo y “agobiante” presión de la socialista.
Sin embargo, los institutos demoscópicos más prestigiosos no dudan en hacer piña para precisar que ni partidos ni medios que les encargan trabajos del tipo que comentamos aquí se dejan guiar por consignas predeterminadas del cliente de turno y no dudan en apuntar a los medios en los casos de manipulación. Pero no manipulación de los datos, que no estarían dispuestos a consentir, aseguran, sino de la interpretación interesada de éstos en artículos de opinión, titulares, etc.
Así que, concluyendo, en demoscopia (estudio mediante encuestas de las opiniones, gustos y comportamiento de un grupo humano) electoral es necesaria la “cocina” sobre la base de los fundamentos científicos que propone la sociología pero no la cocina “por encargo”.