Opinión

Colaboración, incoherencia e invasión silenciosa

A nadie le cabe ya la menor duda de que Marruecos viene ejecutando un plan perfectamente diseñado para modificar el sustrato poblacional de Ceuta. Es evidente que el reino alauita mira por sus intereses y de tal manera quiere aprovechar todas y cada una de nuestras debilidades para sus velados propósitos.

Juan Redondo
photo_camera Juan Redondo

A nadie le cabe ya la menor duda de que Marruecos viene ejecutando un plan perfectamente diseñado para modificar el sustrato poblacional de Ceuta. Es evidente que el reino alauita mira por sus intereses y de tal manera quiere aprovechar todas y cada una de nuestras debilidades para sus velados propósitos. Para alcanzar sus objetivos está tocando muchas teclas, presión diplomática, inmigración ilegal, chantaje o  asfixia comercial, pero el más descarado de todos es el hacer la vista gorda ante el desplazamiento ilegal y masivo de muchos de sus nacionales, a quien sin más se les empuja a dirigirse hacia nuestro lado de la frontera.

Está claro que ellos juegan su partida intentando ganarla y utilizando todas las triquiñuelas posibles, y para ello cuentan con el pertinente apoyo en nuestra ciudad, por parte de aquellos que se dicen españoles pero que muy lejos de servir a los intereses de la nación que en su día los acogió, se dedican a colaborar impune y descaradamente con la espurias intenciones de nuestros vecinos marroquíes.

Desde luego que nuestro ordenamiento legislativo recoge numerosos apartados en los que el colaboracionismo y la subversión, para beneficiar a quien desde dentro o desde el exterior quieren acabar o destruir nuestro ordenamiento territorial y constitucional, aparecen perseguidos y castigados con duras penas y sanciones, aunque la ceguera y la falta de voluntad política por hacer cumplir nuestras leyes, impiden que esta cuestión pueda ser debidamente tratada.

Gibraltar en este asunto no se anda con medias tintas y el gobierno británico es muy estricto en lo que al control de la población de la colonia se refiere, fundamentalmente en su deseo por retener el control y evitar una inversión demográfica que pusiera en cuestión su pretendida soberanía sobre la Roca. Allí se da el caso de personas que llevan trabajando más de veinte años en la colonia y ni se les ocurre hablar de empadronamientos o nacionalidades, es más a las siete de la tarde y una vez terminan su jornada laboral, sin más consideraciones son despachados al otro lado de la verja, con un cordial “See you tomorrow, vecino”. Y si se trata de inmigrantes ilegales, tonterías las justas, ni CETI, ni CIE, ni Ongs, ni defensores del pueblo, a la carcel a cumplir una condena por entrada ilegal en el territorio y una vez cumplida, expulsión inmediata, así sin más historias.

Pero claro aquello técnicamente nos guste o no es Inglaterra y esto es España y las soluciones que dan unos y otros para los mismos problemas, son diametralmente opuestas.. Eso si, salvando las distancias, porque los estatus de Ceuta y Gibraltar en ningún caso pueden ser equiparables, pero en materia de control demográfico y en función de los intereses respectivos de cada uno, si que hay cierta similitud y en este asunto los “llanitos” a diferencia de nosotros, si que son muy celosos de su identidad y sus normas, muy por encima de beneficios particulares.

En Ceuta ocurre todo lo contrario, aquí por lo que se ve prima la visión particular por encima de la propia identidad y seguridad colectiva, y aún a sabiendas de que la actual frontera es un coladero que está llevando a la ciudad al colapso poblacional y a unos niveles de delincuencia e inseguridad jamás conocidos, nos encontramos que aún se pide una frontera más fluida y abierta que garantice la expansión económica hacia Marruecos y al unísono también se pide mayor seguridad en nuestras calles, cuando de sobra se sabe que ambas cosas son totalmente incompatibles.

Ceuta está en una encrucijada de caminos y en uno de los momentos más delicados de su historia reciente, hay muchos intereses internos y externos empeñados por sacar provecho de nuestra debilitada situación y somos los propios ceutíes los que tenemos que ser conscientes de que solo con nuestro esfuerzo y sacrificios podremos sacar del atolladero una vez más a Ceuta. Soluciones hay y no todas tienen que pasar obligatoriamente por la frontera ni por Marruecos. Quizá sea hora de fijar la mirada en nosotros mismos y en el mar y en todo lo que nos puede aportar una de las primeras rutas del tránsito mundial de mercancías y personas como lo es el Estrecho de Gibraltar. Quizá ahí esté la clave y muchas de las soluciones de cara a nuestro futuro. Empeñarse en la frontera es seguir haciéndole el caldo gordo a Marruecos, contribuyendo a sus pretensiones y poniéndonos contra las cuerdas, dejando en manos de nuestros enemigos sin más, el futuro de la ciudad.