Opinión

Ya no es la gaviota, ahora es el charrán

En política parece que todo está permitido si te sale la cosa bien, pues se aguanta todo lo que sea. Eso sí, si se empieza a torcer, ya la cosa cambia. Eso es lo que le está ocurriendo al partido que nos gobierna aquí y en Madrid, y eso que solo ha sido un toque de atención lo de Andalucía, pero previniendo lo que le pueda suceder en las municipales y autonómicas, pone pies en polvorosa.

En política parece que todo está permitido si te sale la cosa bien, pues se aguanta todo lo que sea. Eso sí, si se empieza a torcer, ya la cosa cambia. Eso es lo que le está ocurriendo al partido que nos gobierna aquí y en Madrid, y eso que solo ha sido un toque de atención lo de Andalucía, pero previniendo lo que le pueda suceder en las municipales y autonómicas, pone pies en polvorosa. Para poder ejemplificar lo que digo basta con ver cómo reniegan incluso del símbolo de su partido, pues hasta el momento se les conocía como el partido de la “gaviota” y ahora parece que como a este ave se le caracteriza por ser carroñera, cosa que les va como el anillo al dedo, van y dicen que esa silueta no es tal sino más bien la de un “charrán”, ave ésta más limpia y pulcra. Puede ser que visto lo visto, la silueta anterior caracterizara a los Bárcenas, Granados o Matas, vamos, gentes de mal vivir, pero que a partir de ahora todos son charranes, limpios, pulcros y honestos. Veremos hasta cuándo, porque ya lo único que les queda para simular la silueta de su anagrama serían los cuervos. Si eso sucediera, la cosa iría muy negra. Digo yo.

Mirándolo bien y si damos crédito a lo que ocurre en la sede central de Génova entre Cospedal y Arenas, no me extraña que se vislumbren esos nubarrones negros a los que me refiero. Pero demos tiempo al tiempo y sabremos en qué queda todo esto.

Y es que viendo cómo está el panorama, los símbolos importan bien poco, ya sea ave, pez o capullo. El caso es que no dan ni una ya sea de la parte que gobierna como de la que está en la oposición asamblearia. Están más por ver cómo se reparte el poder que cómo crear proyectos que nos hagan salir de este letargo en el que nos tienen sumidos. La suerte es que dentro de poco tenemos elecciones y algo cambiará, porque si no, cómo sean otra vez los mismos, directamente apagamos y nos vamos.

Eso sí, ahora saldrán los de las gaviotas, perdón los del charrán, tratando de terminar todas las obras pendientes, de terminar para poder inaugurarlas. Se dan una vueltecita para que el ciudadano pueda visualizar  algo que prometieron pero que, después de cuatro años, por lo que se ve, no les ha dado tiempo de ejecutar.

Todo ello sin contar con ese prometido plan de barriadas que ni se le ve ni se le espera, y si no que se lo digan a los vecinos de O´Donell, Rosales, Valiño, Juan Carlos I, a los que se les caen las casas a trozos y donde todavía no han puesto ni los andamios. Y para qué contar lo prometido sobre el mercado de San José donde aún existe un cartel con más de veinte años que dice provisional. Así podíamos seguir con otras barriadas. Benzú es un buen ejemplo, pues es allí donde existe hasta un proyecto europeo para edificar viviendas en un solar de la ciudad y como siempre solo eso, un proyecto más y promesas y más promesas.

 

Aquí parece que muchos de estos que nos mangonean el único libro que han leído ha sido el del Lazarillo de Tormes, eso sí, como manual con el que adquirir las dotes del buen pillo, pues necesitan de esas dotes para tratar de manipular todo lo que tocan y engañar como pueden a la ciudadanía, ya sea con fines electoralista o personales.