Opinión

Una ciudad indignada

Al final han conseguido poner a toda una Ciudad contra las cuerdas, algo de lo que ya veníamos avisando desde hace mucho tiempo, pero de lo que, visto lo visto, nadie ha querido darse cuenta hasta que Santa Bárbara ha tronado.

Juan Redondo2

Al final han conseguido poner a toda una Ciudad contra las cuerdas, algo de lo que ya veníamos avisando desde hace mucho tiempo, pero de lo que, visto lo visto, nadie ha querido darse cuenta hasta que Santa Bárbara ha tronado.

La incapacidad y el agotamiento político ya ha llegado hasta extremos insospechados, toda una ciudad sometida a los intereses de unos pocos y con un gobierno local que, a pesar de ser consciente de por donde pasan muchas de las soluciones, por cobardía, sumisión a los poderes fácticos o simplemente por impotencia, es incapaz de tomar las decisiones adecuadas para controlar de alguna forma todo este desastre en el que nos encontramos.

Aquí reside la cuestión, sometimiento a los intereses de terceros e impotencia para defender el interés general de los ceutíes. En esta ocasión no se puede hablar de falta de recursos, pues contamos, tanto a nivel económico como humano, con unos presupuestos para la ciudad de los mejores que se han tenido en años y una abundancia de personal en su mayoría cualificados, disponible para llevar a cabo todas aquellas tareas que se les encomienden. Ahora bien, en este caso de lo que se adolece es de ideas y voluntad política para solucionar muchos de nuestros problemas, situación derivada de la presión de esos poderes fácticos que son los que en cierto modo bloquean esa voluntad, llevando a quienes deben implementar las soluciones, a una espiral de desasosiego y confusión.

Colapso absoluto de la frontera, bloqueo del comercio local, problemas migratorios, menores transfronterizos, delincuencia e inseguridad por doquier, son los problemas más acuciantes y que más están afectando a los ceutíes, pero tampoco debemos olvidar la incapacidad para decidir y obtener una solución sobre otros asuntos de suma importancia como lo es el de la aprobación de un PGOU para la ciudad, situación que también está poniendo contra las cuerdas a multitud de colectivos implicados directa e indirectamente en su resolución y que al igual que ha ocurrido con el gremio del comercio, no tendrán más remedio que echarse a la calle para ser oídos en sus reclamos, por un problema que lleva sin solución desde hace más de veinte años.

Y es que ante tanta inacción y bloqueo político, es normal que la ciudadanía este cada vez más harta e indignada por cómo afecta todo esto a su vida, más paro, desigualdad, colapso, déficit en infinidad de servicios y un largo etcétera, pero sobre todo cuando se aprecia la desesperación de su propio alcalde, quien en un descuido ante los micrófonos, se le oye definir la situación como de una "mierda", calificativo que por otra parte plasma a la perfección el estado actual de la situación, en la que en parte nos ha metido el Gobierno que él preside en estos últimos quince años.

La cuestión ahora pasa por echarle la culpa de todo a Marruecos, que también es cierto que es en parte quien ha estado propiciando y buscando durante años, provocar este colapso que ahora nos afecta, pero su responsabilidad llega hasta cierto punto, sobre todo cuando el asunto fronterizo les ha estallado en sus propias narices y ahora también ellos se encuentran con un problema de importancia en su lado de la frontera. En cualquier caso el gobierno local y el estatal deberían haber sido previsores y ya desde hace tiempo que tenían haber puesto algún tipo de remedio, tomando medidas a nivel local, nacional, e internacional, que hubieran pasado por un cierre gradual de los polígonos comerciales, un replanteamiento del comercio transfronterizo, una adecuación de la frontera y por supuesto por la gestión decidida ante Marruecos, para el establecimiento de una aduana comercial en Ceuta.

También es cierto que en nuestras relaciones con Marruecos, estamos en clara desventaja al partir de la base que por lo general nosotros buscamos las soluciones para conseguir el beneficio y bienestar de nuestros ciudadanos, en el caso marroquí poco o nada les importa el destino de sus súbditos, con lo que en todo estos asuntos por lo menos sí que cuentan con el tiempo a su favor.