Opinión

Vaya fiasco de parque

Pues sí, vaya fiasco de parque el que se ha hecho en Santa Catalina. En este caso, lo primero que hay que saber es quién han sido la empresa encargada de ejecutar tal despropósito y, sobre todo, quiénes han sido los técnicos que han hecho los estudios necesarios para su desarrollo. Más que nada para tenerlo en cuenta y no volverlos a contratar.

Pues sí, vaya fiasco de parque el que se ha hecho en Santa Catalina. En este caso, lo primero que hay que saber es quién han sido la empresa encargada de ejecutar tal despropósito y, sobre todo, quiénes han sido los técnicos que han hecho los estudios necesarios para su desarrollo. Más que nada para tenerlo en cuenta y no volverlos a contratar.

Quedaba claro, sin necesidad de tener que estudiar ninguna carrera para ello, que esa ubicación no era la más idónea para poner un parque, pues cualquiera que conozca nuestra ciudad y su entorno sabe de sobra cómo soplan los vientos en esa zona, ya sean los de levante o poniente, con el añadido de que éstos llevan una elevada cantidad de partículas de agua salina que hacen muy difícil la vida para cualquier tipo de planta o árbol destinado a la ornamentación, más allá de la vegetación autóctona, que al margen de los invasores eucaliptos, crece en la zona, con lo que no era de extrañar que todo ese dispendio ornamental y artificioso pronto se desluciera y pasara a mejor vida.

Quienes conocemos la zona sabemos que ésta, por sus condiciones climáticas, siempre se ha mostrado, a diferencia de otras zonas de la ciudad, como un terreno yermo y rocoso, con una vegetación basada fundamentalmente en el matorral, mucho más resistente a las inclemencias de la zona, a la salinidad del ambiente en el que crecen y, sobre todo, a la falta de nutrientes adecuados. Algo que se acentúa si tenemos en cuenta que se ha pretendido reforestar un antiguo vertedero de basuras, donde se solía quemar toda clase de residuos, ya fueran plásticos, pilas, ruedas, aceites o residuos sanitarios, siendo los menos los residuos urbanos. De hecho, y para poder adecentar y retirar parte de lo allí existente, tuvieron que poner unas tuberías a modo de chimenea para darle salida a esos gases, intentando evitar de ese modo el peligro de explosión a la hora de manipular la montaña allí existente. Parece claro, y a los resultados me remito, que esos gases aún persisten en sus profundidades, con lo que unido a vientos y falta natural de nutrientes, dan como resultado el conseguido con el malogrado parque.

Por otro lado, la pregunta y la respuesta a tanta obviedad no dejan de ser más que evidentes. Si todo esto se sabía, ¿por qué se ha ubicado el parque precisamente ahí? Pues muy fácil, porque la normativa española obliga a que todas las ciudades de más de treinta mil habitantes tengan al menos cinco metros cuadrados de zonas verdes por habitante, por lo que, por pura matemática, Ceuta con sus ochenta y cinco mil almas debe tener unos cuatrocientos veinticinco mil metros cuadrados de estas zonas. Y como aquí casi todo está edificado después de tantos años de especulación urbanística y de un aumento desproporcionado de la población, pues las mentes pensantes de este pueblo pensaron que aquella zona era la idónea, por ser la más despoblada, para colocar un mastodóntico parque con el que satisfacer las necesidades en espacios verdes de la ciudad, dando igual si era o no la adecuada. Total, si lo que allí se planta se seca, da lo mismo: mañana se planta otra y punto. Que por plantas y dinero no sea, pensarían.

Por último, también debemos aclarar que cuando edifican y se les exige estos metros cuadrados de zonas verdes, hay que tener en cuenta que no vale lo mismo un metro cuadrado en el centro urbano que en el extrarradio de la ciudad, con lo que no pretendan ser más listos que los demás buscando alternativas imposibles y cumplan con la norma con el rigor que ésta exige. Lo contrario solo son dispendios económicos que benefician a no se sabe muy bien qué bolsillos y que por lo general suelen acabar con desaguisados como el del Parque de Santa Catalina.