Opinión

Vivimos vidas paralelas

Aun viviendo en la misma ciudad, está visto y comprobado que no todos somos iguales. Nuestras vidas discurren en un mismo lugar, pero nuestras perspectivas son diagonalmente opuestas. Para la inmensa mayoría, su día a día discurre entre penurias y sinsabores, mientras que otros, sin haber hecho nada que sea digno de mención, viven en la más absoluta de las opulencias.

Aun viviendo en la misma ciudad, está visto y comprobado que no todos somos iguales. Nuestras vidas discurren en un mismo lugar, pero nuestras perspectivas son diagonalmente opuestas. Para la inmensa mayoría, su día a día discurre entre penurias y sinsabores, mientras que otros, sin haber hecho nada que sea digno de mención, viven en la más absoluta de las opulencias. Pero cuando uno observa con detenimiento la situación se da cuenta de que éstos últimos en realidad a lo más que han llegado en sus vidas profesionales ha sido a seguir a pies juntillas la voz de su amo, perdiendo con ello toda la dignidad, si es que alguna vez la han tenido, pero consiguiendo -a pesar de tan luctuoso hecho- un puesto renumerado en la administración, sin tener que haber realizado el esfuerzo que supone pasar el filtro de unas oposiciones o examen cualificado, y si no que se lo digan a los últimos que se han incorporado a ese elenco.

Aun así, poco a poco se irá viendo que toda situación tiene sus propios límites y la actual ya ha sobrepasado con creces el suyo. Pues es tal la fractura social que se atisba en el horizonte, que al final, y como el que no quiere la cosa, nos encontraremos con un desenlace totalmente imprevisible.

Y si no observen cómo ha comenzado esta legislatura, en la que todos creíamos que lo primero por hacer sería buscar soluciones a esos cerca de catorce mil parados que existen en la ciudad. Pero no, ahí están todos, gobierno y oposición, viendo la manera de tapar un agujero en el que según parece están todos presuntamente involucrados. Esperemos a ver cómo termina el asunto.

He aquí el porqué de mi enunciado, pues, por lo que se ve, en política las realidades se distorsionan y donde unos apostamos y defendemos soluciones que pasen por la creación de empleo y la puesta en marcha e incentivo de ese tejido industrial, económico y empresarial que permita la creación de puestos de trabajo en la ciudad, otros, precisamente aquéllos que sí que han obtenido representación en la Asamblea, han ido a las elecciones con unos programas electorales basados única y exclusivamente en la promesa de una ayudas sociales nacidas al amparo de una riada de millones que vendrán no se sabe muy bien de dónde, como única solución a la crisis social y laboral que en la actualidad vivimos. Dos formas distintas de ver el vaso, claro está.

Parece claro que la intención no es otra que seguir manteniendo la cuota clientelar que cada grupo ostenta hoy por hoy en vez de poner en marcha e incentivar ideas productivas que vengan a dignificar a la persona mediante el trabajo, haciéndolas de este modo más libres y permitiéndoles decidir por sí mismos. En cualquier caso, y por desgracia esto que debería ser lo común y lo razonable, a la fecha suena a pura utopía, pues visto lo visto, para nada interesa el cambio y menos en una ciudad en la que todavía se da el caso en el que hay algunos que se creen virreyes hasta cuando los suspenden.

En definitiva, que de todo eso se aprovechan esos mismos que, viendo el descontrol que hay en la inmensa mayoría de las consejerías, tratan a través del chantaje de conseguir todo lo que se propongan, a sabiendas de la ineptitud de muchos de los que nos desgobiernan. Pues, a los hechos me remito, si después de ver y hacerse público que un simple viceconsejero es presuntamente capaz de intentar chantajear a su presidente, imagínense lo que pueden intentar otros aun estando en la oposición pero con la suficiente experiencia del que ha ostentado en su momento las responsabilidades del gobierno.