Opinión

Los verdaderos amigos se tienen que enfadar de vez en cuando

Podríamos decir que será el comienzo de algo o la continuidad de todo. Es fácil entenderse cuando hay ganas, es fácil entenderse cuando realmente no se ha perdido nada. Es más  fácil aún  cuando la cosa estaba realmente difícil pero mucho más fácil  cuando te lo ponen difícil. Creo que tanto Charlie como yo nos hemos dado cuenta de que sumar es más productivo que dividir. Había que hacerlo. Quizás Charlie dio el primer paso, quizás yo lo provoqué o quizás simplemente era lo justo. Charlie quiere y yo también.

Podríamos decir que será el comienzo de algo o la continuidad de todo. Es fácil entenderse cuando hay ganas, es fácil entenderse cuando realmente no se ha perdido nada. Es más  fácil aún  cuando la cosa estaba realmente difícil pero mucho más fácil  cuando te lo ponen difícil. Creo que tanto Charlie como yo nos hemos dado cuenta de que sumar es más productivo que dividir. Había que hacerlo. Quizás Charlie dio el primer paso, quizás yo lo provoqué o quizás simplemente era lo justo. Charlie quiere y yo también.

La juventud, la amistad y el tiempo son factores necesarios para no perderse en el odio, un odio cariñoso y un odio que dio paso a la añoranza a la comprensión y, por qué no, al perdón. Así lo quise y así lo quiso Charlie. Veíamos cómo el odio nos dejó indiferentes sin saber bien el porqué. Quizás necesitábamos ese parón invernal con vacaciones incluidas en las costas, quizás después de todo no somos tan diferentes, quizás simplemente fue un juego que nos costó la indiferencia y, quizás, es que alguien quería ganar algo que no existía.  Charlie es un ganador, eso es indiscutible y lo ha vuelto a hacer, pero esta vez puedo decir que ha ganado algo grande seguramente lo mejor, amistad.

Di cuenta de que algo bien hacía, no me importaba meterme en un callejón sin salida y enfrentarme a un Sansón, pues la gente que realmente te quiere comprendía que nada malo podía suceder. Debo decir que eso me tranquilizaba y estaba seguro de que ese callejón tendría al final una salida, salida que intenté enseñarle a Charlie y que, como no podía ser de otra manera, el vio. No, no hubo sangre y si la hubiera habido, habríamos estado exentos de culpa tanto él como yo.

Fue simpático saber que la provocación nos haría más amigos. Fue increíble escuchar que los insultos no nos  molestaban. También fuimos pacientes en saber que el final era los que más deseábamos. Estoy convencidísimo de que todo el mundo se relajó cuando Charlie y yo salimos de ese callejón como dos chavales después de jugar un partido de fútbol. Nadie hablo más, nadie quiso recordar nada de todo lo anterior. Para ellos eso ya es tabú.

Los verdaderos amigos se tienen que enfadar de vez en cuando.