Opinión

¡Qué hice yo para merecer esto!

En memoria de los abuelos víctimas del coronavirus. 

Marcelino, mi abuelo, trabajó duro en los campos de la Marquesa de más Arriba para sacar adelante a sus seis hijos. No sabía en que día de la semana vivía porque sus jornadas eran de siete días y de 12 horas diarias.

Nunca hablaba de su juventud aunque mi padre alguna vez comentaba que había sufrido mucho por una maldita guerra. Quedó viudo muy joven y ésto hizo que su única meta fuera trabajo, trabajo y trabajo y educar a sus hijos.

Un día se le presentó la oportunidad de tener una vida mejor y gracias a un paisano encontró trabajo como jardinero en el Ayuntamiento de una ciudad. Era lo suyo, el campo, al fin tendría un contrato fijo y una nómina.

Gracias a esa mejora laboral y económica sus hijos pudieron estudiar y labrarse el porvenir por el que él tanto había luchado a cuenta de no poder disfrutar de ninguna comodidad.

Los educó y les dio estudios. Se fueron casando y formando sus familias y a él le llegó la hora del descanso, la jubilación.

Sus hijos tenían sus familias y sus casas, llegaron los nietos, entre ellos yo, el mayor, pero él se mantuvo independiente en su hogar, no quería molestar.

Llegaron los achaques y enfermedades y tuvo que aceptar vivir con algún hijo y ahí llegó su calvario. Un hombre acostumbrado a ser independiente, a vivir en su hogar, se veía de pronto cambiando cada 2 meses de casa porque ese fue el reparto, dos meses cada hijo lo tenían que “aguantar".

No podía o no supo adaptarse a ninguno de esos hogares. Estaba fuera de lugar, nunca se acostumbró a nuestra compañía, se sentía culpable cuando sus hijos discutían con sus parejas, se sentía sólo y desubicado por lo que reunió a sus hijos y les informó que quería estar en una residencia con gente de su edad.

Se declaró una tormenta pero su soberbia de hombre independiente no hizo posible que desistiera de su empeño. Parecía feliz, ahora tenía los amigos que nunca pudo tener. Estuvo entregado a su trabajo y a sus hijos y no conocía lo que era salir a jugar a dominó, a tomar un vaso…su amigo Tomás y alguna mujer “especial” para él en la residencia lo habían cambiado.

Nunca se quejó de las deficiencias que en nuestras visitas en alguna ocasión pudimos observar y al verlo feliz tampoco reparamos en esas carencias. Un día, finalizando el pasado mes, fuimos a visitarlo y no nos dejaron verlo, algo de un virus que se había colado en la residencia y prohibieron visitas.

Pasado unos días, llamadas y todo evasivas. Día 2 de abril, llamada de la residencia, nos comunican que está grave, al parecer el bicho se había instalado en sus pulmones y lo tenían aislado sólo. Intentamos verlo y nada, prohibido. Quisimos llevarlo a casa y nueva negativa, al hospital y dicen que los ingresos en UCI están complicados para gente de su edad, 94 años, que al parecer por falta de medios hacían una selección de los pacientes con mas posibilidades de vida y menos patologías.

Los viejos ya habían vivido lo suficiente, entendí que era eso. Ayer nos llamaron, mi abuelo que tanto ha luchado porque este país sea lo que hoy es, que educó a sus hijos para que vivieran en el respeto a los demás, que fue un ejemplo de vida para sus catorce nietos y cuatro bisnietos había muerto sólo, en la frialdad de una habitación sin que lo pudiéramos despedir y lo mas grave, sin que tuviera la oportunidad de ser tratado en una UCI por los malditos protocolos y por eso…..ser sólo un viejo al que le quedaba poco recorrido.

Siempre nos dejará su legado, él y los miles de abuelos que se ha llevado este virus por negligencias, desidia, incompetencias?

Yo no os perdonaré y espero que paguéis por vuestra negligencia y por haber convertido a algunas residencias en “parking de viejos “ y haber permitido las carencias de la Sanidad.

P.D: Esta es una historia irreal, cualquier parecido con la realidad …..pues eso.