Si me preguntan mi opinión diré que, aunque me resulta difícil entender una coalición como la que ahora nos está gobernando, el Gobierno de Rajoy no se podía sostener por más tiempo y Pedro hizo lo que debía. Y si me siguen preguntando diré que no soy nacionalista ni independentista. Pero no se trata de mí, no se trata de la concepción individual de cada persona, de cada líder o de cada partido, se trata de la concepción de quienes tienen que llegar a un acuerdo para velar por la cohesión territorial, la igualdad y el sentido real de la democracia. Para eso hace falta empatía, capacidad de escucha, inteligencia emocional y dosis de respeto.
Y no, el partido de Casado vuelve a ignorar todo esto y lanza una campaña absurda, manchada de un complejo monumental, para intentar marcar un terreno que no es únicamente suyo. Los símbolos no pueden servir para separar y poner muros.
No es posible que hayamos entrado en una dinámica donde mostrar la bandera de España sea para unos ser facha y para otros un síntoma de Nación confusa y rechazo a la izquierda.
No necesitamos patriotas súper héroes que agudicen más lo que nos repele y diferencia. Necesitamos héroes y heroínas que crean realmente en el valor humano, en los derechos sociales y en la libertad. Esa será mi bandera, mis símbolos las personas y mi Patria es aquella que consiga subir el salario mínimo interprofesional sin ser criticado por quienes aprobaron la amnistía fiscal.
Por otro lado, es apoteósico que mientras embullen un patriotismo desorbitado y fingido, avalan la doble moral.
¿Por qué?
Porque no he escuchado ni leído por parte de estas personas ninguna crítica por las pitadas a un Presidente del Gobierno elegido democráticamente a través del artículo 113. Respetar la Patria es también respetar las instituciones y los procesos democráticos que avalan nuestra Constitución. Una Constitución que está tardando mucho en ser reformada, dígase también.