Opinión

Rajoy está acabado

El Partido Popular es una organización criminal, el primer partido de la democracia condenado por una corrupción sistemática que obliga a dimitir. Rajoy no puede estar ni un minuto más en el Gobierno. A no irse, la moción de censura del PSOE era necesaria. Quizás se podrían debatir las formas y el cómo, pero no la iniciativa.

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Aunque creo que esta moción tiene que servir para convocar elecciones, un adelanto electoral que devuelva la ética a las instituciones.

En estos momentos no seré yo quien le diga a Pedro Sánchez nada, confió en él, a pesar de las prisas y el camino. Sé que no va a condicionarnos con los independentistas, ni se va a abrir en bandeja a Ciudadanos, un partido que no quiere investir a Pedro porque está más pendiente de las encuestas, que de la sentencia. Igual que Podemos, que ofreció un apoyo sin condiciones para condicionar a última hora el programa electoral.

Tengo la sensación de estar en la misma posición de hace un año. Líderes que quieren ser importantes y no útiles.

Y sí, el Partido Popular no está capacitado para dirigir este país. No nos merecemos una estructura corrupta, mucho menos un Presidente que ha hecho dudar a la justicia. No es creíble y, por tanto, no tiene palabra. Si yo fuera él ya me hubiera ido para no volcar mi corrupción al resto. Si yo fuera del Partido Popular ya le hubiera exigido su dimisión, creo que él mismo se lo debe a su partido y a los miles de militantes y cargos que no tienen nada que ver con la Gürtel.

Es ahora, una vez más, cuando tenemos que estar a la altura del Estado y dejar de jugar a la calculadora de los votos y las estrategias de cuartel. Dignidad de país, se llama.

Y no, es evidente que la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero no es tan significante para ocupar más espacio en los medios o en las redes, que la trama Gürtel, pero la importancia la han enmarcado ellos. Un moralista que ha escupido hacia arriba y se ha llenado de su propia saliva. Pero que quede claro que no se le cuestiona la hipoteca o la elección, se cuestiona la coherencia, sus discursos. El mismo discurso que ha llevado a Riveras a querer destapar la corrupción, para luego acabar sosteniéndola.  En unos tiempos convulsos donde la gente está cansada de personas con careta y de irregularidades sin control, se valora mucho más la credibilidad. Cuando un político pierde lo único que tiene, que es su verdad, pasamos al nivel de la manipulación. Ésta es variada. Y claro, es evidente que no es lo mismo manipular para esconder la corrupción, que manipular para esconder una personalidad, un pensamiento. Pero al fin de cuenta todo es mentira y la mentira lleva apatía y alejamiento. Y sin participación ni ilusión, no hay cambios.

Ahora es el momento de la política auténtica, solo así la marca dejara de ser un simple cartel para convertirse en la esencia de la democracia.

¿Saldremos por fin de este triángulo?

No lo sé, lo que si es certero es que Rajoy está acabado.

Sé fuerte.