Opinión

San Fermín, tortura doble

Sé que nos pilla lejos, pero eso no es motivo para aprovechar este día de San Fermín y reivindicar dos cosas. Primero, y como no podía ser de otra manera, mi repulsa total al uso del cuerpo de la mujer como objeto sexual y al trato judicial que ha tenido la violación producida por la Manada.

Sandra-Lopez

Ayer fui, junto a mis compañeras de la lucha feminista, vestida de negro para apostar por la igualdad y alzar la voz para acabar con la justicia patriarcal, esa que busca analizar qué hizo o no la mujer, en vez de analizar al que abusa. 

#NoNosTorean #MujeresDeLutoPorLaManada eran nuestros hastang. 

Pero también quiero mostrar mi optimismo porque sé que un día sembraremos, de una vez por todas, el progreso, un progreso que considere la protección animal como una garantía democrática.

Es espeluznante que a día de hoy sigamos haciendo del animal una fiesta. 

No, no es divertido correr delante de un toro únicamente para luego verle sangre. La tauromaquia, por más que se le decore con un argot cultural, se trata de un espectáculo centrado en la prolongada tortura y muerte de un animal, subvencionado con dinero público. Desde el punto de vista de la ética de nuestros tiempos, cada vez más consciente y responsable del sufrimiento ajeno, es incuestionable no percibir esto como una práctica indefendible y denigrante. 

En Pamplona, decenas de toros son brutalmente masacrados en público. Durante cada día de las fiestas de San Fermín, estos animales son apuñalados en corridas de toros. Todos los toros de San Fermín mueren en una plaza, de forma lenta y agónica, mientras los que están allí disfrutan y aplauden este espectáculo salvaje de dolor y tortura, de la misma manera que se disfrutaba y se aplaudía en la época de los cristianos y los leones. No hemos avanzado absolutamente nada. 

Así que espero que tengamos algún día un Gobierno con la valentía suficiente para acabar con este maltrato legal y yo quiero que sea el mío, quiero que sea el PSOE.