Todos los Santos: guía práctica para aprovechar el ratito que nos queda

La tradición señala el día de Todos los Santos como la jornada en la que se rinde memoria a los fallecidos

Instalaciones del cementerio de Santa Catalina (C.A./ARCHIVO)
photo_camera Instalaciones del cementerio de Santa Catalina (C.A./ARCHIVO)

Existen mil maneras de marcharse. Un tropezón imprevisto. La ineptitud de quien, ignorante de los más mínimos rudimentos de la ciencia micológica, ingiere un hongo ponzoñoso. El asalto despiadado de un gorila espalda plateada de 2,10 de estatura escapado del zoo. La mano airada de un cuñado inestable. Una hazaña sexual contraindicada por la Revista Española de Cardiología.

Las hay también más comunes. Una enfermedad crónica de las vías respiratorias inferiores, un padecimiento hipertensivo, una insuficiencia renal, un colapso fatal de la vejiga…

Esta celebración católica de Todos los Santos, debida a una ocurrencia que asaltó al papa Gregorio III hace 1.300 años, está dedicada a todos aquellos que ya se fueron. Como no escapa a ningún intelecto, por muy menor que sea, la nómina de muertos irá en aumento en un futuro. Bomberos, asesores adjuntos a gobiernos municipales, contertulios de Toro TV, empresarios de la construcción, azafatas de congresos, sexadores de pollos, periodistas, lanzadores de jabalina, mariscadoras de ría… Y lectores de prensa. Todos se irán.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), de las 610 defunciones que se registraron en Ceuta en 2022 –son datos provisionales- 331 estuvieron causadas por las que se consideran 15 enfermedades más frecuentes. Siempre resulta conveniente estar informado de estas cosas antes de emprender camino.

 

¿A dónde vamos?

El gozo del viaje radica en el conocimiento del destino. Quien viaja a Marina D’Or, ciudad de vacaciones, disfruta mucho más del tránsito que aquel que, en las puertas de la agencia de viajes, desconoce todavía si se habrán reservado ya a estas alturas todas las plazas que el Imserso ofrecía en aquel hotelito tan coqueto de Oropesa. Saber donde se va facilita el traslado.

Nada más desalentador que la nada. ¿Para qué viajar hacia la nada si no hay nada? Algún usuario del Imserso dirá que Albacete es poca cosa. Pero al menos es algo.

Creer en el paraíso, en un dios benéfico que nos aguarda una vez arrancados de esta vida imperfecta y transitoria, resulta esperanzador. Existe, con todo, un problema. De entre todos los dioses que han alentado la convicción en la vida eterna, resulta necesario dar con el bueno. Yahvé, Alá, el Dios cristiano, Manitú, Mani, el Gran Yuyu de la Montaña, Ra, Vishnu, Zeus Crónida, Wotan…

Pero, ¿hay Dios? No hay que desesperar. No hace mucho, un reputado divulgador científico, Thomas Vasek, firmó un artículo en el que llegaba a la conclusión de que había un 62% de probabilidades de que Dios existiese. Vasek se apoyó para su afirmación en el cálculo de probabilidades que el matemático y filósofo francés Blaise Pascal contribuyó a desarrollar en el siglo XVII.

 

Morir en Murcia

Más allá de los números de Vasek, a la hora de morirse existen inquietudes más mundanas que, si el futuro finado era persona de talante previsor, pueden ser solventadas con antelación gracias a la suscripción de una póliza con el Ocaso o Santa Lucía. Porque una de las cosas que irrita particularmente a un difunto es lo caro que resulta morirse.

Según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), un entierro no particularmente ostentoso sale por encima de los 3.700 euros. La incineración apenas arregla las cuentas un poco. Y eso, siempre y cuando la muerte le encuentre a uno en una ciudad con tarifas apañadas. Porque estos 3.700 euros de media suben a 5.000 si la muerte te pilla en Madrid, por ejemplo.

OCU cifra el precio medio de los servicios de inhumación en 668 euros, una cuantía que en Valladolid casi alcanza los 1.500 y en la capital de España supera los 2.000. Si tiene previsto morirse próximamente, no lo dude: Murcia es el lugar. Allí, los servicios de inhumación apenas le costarán 74 euros.