las medidas de la delegación evidencian la existencia de un mercado informal de trabajo

Las consecuencias de una frontera restringida

La estrategia de prueba y error aplicada por la Delegación del Gobierno a la resolución de los problemas de tránsito en la frontera ha conocido esta semana un nuevo episodio con las restricciones al paso de personas. 

Paso fronterizo de El Tarajal (C.A.)
photo_camera Paso fronterizo de El Tarajal (C.A.)

Todas las miradas están puestas en la frontera. Desde la llegada de la nueva administración a la Delegación del Gobierno la técnica de la prueba y el error se ha instalado como estrategia para normalizar los tráficos a través de El Tarajal, un fenómeno proteico que, a cada medida, ofrece una respuesta inesperada.

A lo largo de toda esta semana, las autoridades españolas han establecido restricciones en la entrada a la ciudad por Tarajal I con el propósito de evitar el paso de porteadores. La intención de la Delegación es la de reconducir a todos los trabajadores marroquíes dedicados al trasiego del bulto a través del acceso peatonal de Tarajal II. Aunque la mayoría de los porteadores hace meses que han aceptado el nuevo sistema –alrededor de 2.000 porteadores cruzan Tarajal II a diario-, un grupo de resistentes insiste en utilizar el paso oficial de Tarajal I para cruzar cargados con una mercancía no autorizada pero más rentable: los productos textiles. Estos trabajadores irreductibles protagonizan casi a diario concentraciones multitudinarias ante la frontera que, en no pocas ocasiones, concluyen en avalanchas con las que se pretende burlar el control policial y alcanzar el país vecino.

Para evitar estos incidentes, la Delegación ha considerado como solución la de exigir a los transeúntes marroquíes que acrediten estar en posesión del permiso de residencia o de la tarjeta de trabajador fronterizo si quieren entrar en Ceuta. Aunque el control se relajó el viernes, continúa la duda de si las autoridades españolas mantendrán la medida. Pero, ¿qué consecuencias tendría sostener en el tiempo una política que, entre otras consecuencias, dejaría sin sustento a centenares de marroquíes que viven gracias al trabajo que les ofrece la economía sumergida ceutí?

 

Relaciones humanas

Las relaciones laborales informales –un eufemismo que alude a los trabajadores empleados sin contrato- son un hábito en la economía ceutí. La diferencia en los niveles de vida entre uno y otro lado de la frontera alientan una suerte de simbiosis que, por ejemplo, permite a familias ceutíes disponer de un servicio doméstico al que no podrían acceder si abonasen el precio del mercado. A cambio, las mujeres marroquíes perciben un salario que multiplica su valor nada más cruzar la frontera.

Pero las empleadas domésticas no son las únicas personas que resultarán afectadas si se mantienen las restricciones de paso en la frontera. Durante estos últimos días, muchos establecimientos hosteleros de la ciudad han visto cómo sus trabajadores marroquíes no han podido cruzar Tarajal I. Estas ausencias también se han dejado notar en algunas obras de construcción y en otros muchos centros de trabajo. Se han dado casos de ceutíes que, en plena reforma de sus viviendas, ha visto empantanados los trabajos porque la cuadrilla contratada “informalmente” seguía atrapada al otro lado.

Estas situaciones revelan la laxitud de las autoridades en el control de la economía sumergida, una relajación propiciada, probablemente, por la convicción de que trastear un mecanismo beneficioso para los implicados en él no haría más que abrir una fuente de conflictos.

Los trabajadores marroquíes, además, constituyen un sostén del bienestar de la comunidad de residentes en Ceuta, una labor que se advierte en los pequeños detalles: muchos progenitores han visto alterada su rutina diaria esta semana debido a que la mujer marroquí que atiende a sus hijos y los lleva a la escuela no pudo cruzar la frontera.

El Tarajal sostiene un modelo de transacciones comerciales que la costumbre ha instaurado entre la provincia de Tetuán y Ceuta, y ello a pesar de que las exportaciones desde la ciudad a Marruecos están prohibidas. Pero el tráfago ingente de mercancías –aunque no existen cifras oficiales, se ha llegado a cifrar el 400 millones de euros el negocio del tráfico de productos a través de El Tarajal- no puede ocultar la trama de relaciones humanas que animan los tránsitos fronterizos.