El comedor del IES Almina estaba lleno de nerviosismo, ya que los alumnos de Cocina y Restauración de segundo curso estaban a punto de ofrecer su último servicio. Las clases prácticas en el comedor del centro han llegado a su fin y las comidas se detendrán hasta el próximo curso debido a las prácticas de empresa. En la última comanda, había mucho más en juego que los “Mejillones Café París; Remolacha en texturas con mousse de gambas, magret de pato a la naranja y torrijas con arroz con leche y chocolate”. El futuro profesional de los alumnos, los futuros cocineros y camareros, estaba en juego.
Como cada dos jueves, el comedor se llenaba hasta alcanzar su capacidad máxima. El personal de sala estaba atento a cada detalle: las sillas bien colocadas, el servicio de ropero y cualquier necesidad de los afortunados comensales que conseguían una mesa.
El último menú constaba de dos aperitivos: Mejillones Café París y Boquerón rebozado con cacahuete y jengibre. La elección de los entrantes era complicada, ya que sólo se podía elegir uno y todos eran muy apetecibles: Crêpe de pollo con salsa 4 quesos; Potaje de vigilia y Remolacha en texturas con mousse de gambas. Los tres eran espectaculares, como lo demostraban los platos vacíos.
El plato principal presentaba el mismo dilema. ¿Cómo elegir entre cuatro opciones: Rodaballo, trío de salsas, pani-puri con espuma de espárragos; Salmonete relleno de jamón ibérico con milhojas de hortalizas; Entrecôte de ternera con panaché trufado o Magret de pato a la naranja.
El momento más delicado llegaba con los postres, un verdadero lujo para los sentidos y no solo para el gusto: Tarta de queso, frutos rojos y quenelle de namelaka; Torrijas con arroz con leche y chocolate y Un paseo por el bosque. Los dos últimos eran un sorprendente trampantojo.
Una vez finalizado el servicio de comida, llegaba el momento de recoger las mesas, limpiar y recibir la valoración. En este caso, no de los clientes, que habían pagado religiosamente 30 euros por menú, sino de los profesores, porque el servicio de comedor era “para nota”.
Unos 50 alumnos se enfrentaban a ese momento crucial, el examen ante sus profesores, una decena, tanto en cocina como en sala.
Víctor Macías, uno de los docentes de la Básica de servicio de restauración, señalaba que la experiencia de los servicios de comida en el comedor del centro se asemeja a lo que los alumnos podrán vivir en ‘la vida real’, que es para lo que se les prepara en el ‘Almina’. Atender al cliente, que siempre tiene la razón porque es el que paga, con una sonrisa; saber sobreponerse a cualquier imprevisto del servicio, para reaccionar si se derrama algo sobre un comensal y seguir trabajando aunque el instinto sea el de salir corriendo.
Todo un lujo para Ceuta.