Hacía lo que le gustaba y se notaba mucho

La grandeza de Álvaro Guzmán, un asesor de los buenos

Con criterio y útil, Álvaro era una persona que amaba su trabajo y eso no se puede discutir. 
aassa
photo_camera Álvaro Guzmán

Si hoy me preguntaran qué opino de Álvaro Guzmán, lo diría, lo tengo claro porque lo conocí en 2015. Nunca lo había visto. Fue una suerte acabar en los suburbios del Ayuntamiento como asesor de político, eso que pocos saben lo que es. Allí lo vi por primera vez. 

Álvaro Guzmán era un asesor leal, un asesor sin el signo político marcado en la piel, un asesor como tienen que ser los asesores, fundamentalmente opinantes, con criterio, y tan profesionales como escarbadores de la noticia, fiscalizador y muy trabajador.

También era simpático y bastante "enrollado" con los otros compañeros que hacíamos el día a día en la zona más deprimida del consistorio. 

Durante cuatro años lo vi casi todos los días. Yo me tuve que ir y él siguió. Me alegré porque esa vida le gustaba. Mucho. 

Siempre respetuoso y amable también le gustaba salir de la soledad hablando con aquellos que le escuchaban. Decía cosas interesantes aunque algunas fueran de forma solapada. Éramos competencia al fin y al cabo, pero a él le importaba lo cordial, lo sano, reír y mirar a la cara. 

Hace unas semanas, cuando me enteré de su cese, no lo entendí. Lo que sí comprendo es lo que son los trabajos temporales, solo eso. El Ayuntamiento se quedó sin una pieza, sin un empleado enormemente comprometido y vocacional. 

Luego vino lo peor. Enterarme de su muerte. Qué crueldad de la vida! Con lo vivo que estaba y con la chispa que soltaba por donde pasaba. Con lo encantador que era. Siempre escuchaba o se paraba. Y siempre respondía.  

Álvaro es de esos tipos que cuando se marchan hay que despedirlos como se merecen. Sin tener una amistad fuerte con él, a mí me demostró humanidad y grandeza. Y eso vale mucho la pena. Vale muchísimo la pena. Adiós Álvaro.