en el mundo

Nadal desafía a la historia y se postula al trono

El español aniquiló a Wawrinka en tres actos (6-2, 6-3 y 6-1) y rubricó un camino de ensueño en el que no ha cedido un solo acto. Quince títulos de Grand Slam avalan a una leyenda que se acerca de nuevo al primer escalón del ranking.

Nadal
photo_camera Rafa Nadal/ Estrella Digital

Estrella Digital/Alberto Puente

Solo Bill Tilden y Roger Federer precedían a Rafael Nadal con diez finales disputadas en un mismo Grand Slam. Lo que ninguno de ellos logró fue ganarlas todas. El español ya puede presumir de ello, tras consumar una hazaña difícilmente repetible. Tres años después, el tenista balear ha vuelto a sumar un 'major', y ya son quince. A tres del suizo, con quien parece haberse puesto de acuerdo para imponer una hegemonía visible hace una década. De 2005 a 2017, un balance de 79-2 en París. El manacorense, más allá de reencontrarse con su tenis, ha logrado transmitir la temeridad a sus rivales. Lo reflejó Stanislas Wawrinka, que llegaba inmaculado a su cuarta final grande (ganó las tres anteriores) y acabó frustrado, con la raqueta echa trizas y con la mirada incrédula dirigida hacia un hombre que apunta de nuevo al número y que aspira a convertirse en el mejor tenista de la historia.

Diez coronas en París

Nadal se ha empeñado en acrecentar una leyenda forjada en la última década. Su nombre en el mundo del tenis aparece inmediatamente después del de Federer, pero sobre arcilla nadie es capaz de hacerle sombra. Y parece complicado que el futuro aguarde algo diferente. El español ha trasladado a Roland Garros las cifras consumadas en otros eventos como en Montecarlo, o Barcelona, donde también le han visto coronarse en diez ocasiones. Su balance de triunfos en París asciende a 79, con solo dos derrotas en su historial: 2009 (Soderling) y 2015 (Djokovic). La otra edición en la que no levantó la Copa de los Mosqueteros fue en 2016, donde se vio obligado a ausentarse por unas molestias en la rodilla.

Hasta las lesiones, al margen del pasado curso, se han aliado con un Nadal que en otros escenarios sí se ha visto obligado a ausentarse. Un territorio idílico para él y una amenaza para el resto del circuito, que se ha visto frustrado en los últimos años. Que se lo digan a Djokovic, que hasta 2016 no logró cerrar el círculo de 'majors'. Tal es la superioridad que ejerce el manacorense sobre sus rivales, que algunos han catalogado como “el mayor desafío del tenis” vencerle a cinco sets sobre polvo de ladrillo. Desde Mariano Puerta hasta Stanislas Wawrinka, una generación ha sucumbido al dominio histórico de un español, que de niño y adulto ha mantenido sus virtudes hasta conseguir que la Federación Francesa le levante una estatua.

Un Roland Garros impecable

El bajón que atravesaban antes de desembarcar en la capital francesa Djokovic y Murray debió motivar a Nadal, que tras un inicio positivo sobre el cemento refrendó en las citas previas a París que estaba capacitado para, tres años después, volver a sumar un Grand Slam a sus vitrinas. Federer incluso prolongó sus vacaciones definitivamente hasta la gira de hierba, el escenario que realmente le importa en su calendario. Rafa partía como favorito y lidió con ello. Hizo lo más complejo, superarse así mismo. Nunca antes había cedido tan pocos sets y había estado tan poco tiempo en pista. 

Desde su inicio frente a Paire hasta Wawrinka ha mantenido un guion que nadie ha sido capaz de alterar. Rápido de piernas y en busca del 'winner', siempre con la confianza de sobrevivir en cada intercambio. Su 'drive' letal, vuelve a dominar el circuito y su revés, profundo ,le ha permitido tomar la iniciativa en cada envite.Enfundó de nuevo temor a sus rivales, afectados por el mero hecho de vislumbrar al español al otro lado de la red. Nadie le ha robado un solo set. Ni Thiem, al que tildan como su sucesor en polvo de ladrillo, ni Wawrinka, que anduvo lejos de dar la sorpresa. 

Nadal no fue Murray, y el suizo no encontró posiciones cómodas para cerrar los puntos en dos o tres golpes. Se excedió en errores y su servicio no mostró fiabilidad. Nadal se lanzó con la derecha y sumó, antes de lo previsto los dos primeros actos. Ahí Wawrinka se dio por vencido. Ni el empuje de las 17.000 personas que llenaron la Philippe Chatrier consiguieron alargar un envite que se resolvió en poco más de dos horas (6-2, 6-3 y 6-1).