La Soledad y la medalla por los guardias caídos en Barbate y Los Palacios

La imagen de la Virgen de la Soledad lucirá, este viernes y si el tiempo lo permite, una medalla donada por uno de sus costaleros. 

 

 José Luis Vera, junto a la Virgen de la Soledad / Daniel Hernández
photo_camera José Luis Vera, junto a la Virgen de la Soledad / Daniel Hernández

No son pocas las advocaciones marianas que han recibido a lo largo de la historia enseres de creyentes suyos para incrementar su patrimonio. Quizá el caso más recordado sea el de José Gómez Ortega, ‘Gallo III’, un afamado torero cuya muerte en 1920 en la plaza de Valdepeñas provocó un hecho insólito: por primera vez, La Macarena procesionó de luto al año siguiente. Hubo que esperar casi un siglo para que la ‘Reina de la Madrugá’ sevillana volviera a procesionar con señal de duelo. Ocurrió en 2004, tras la brutal matanza terrorista de Atocha.

A lo largo y ancho de toda la geografía nacional, por agradecimiento o esperanza, muchas personas legan parte  de su patrimonio a distintas imágenes. Sea un patrimonio económico o sentimental. El de la Virgen de la Soledad de Ceuta se engloba, en esta historia, en la segunda de las vías. En la de algo difícil o imposible de cuantificar, puesto que se trata de la esperanza y los sentimientos de un hombre en conversación “con la Sole; queda entre ella y yo”, dice.

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La Virgen con la Medalla

De un hombre nacido en Jáudenes, calle cofrade casi por excelencia, de Ceuta. Sobrino nieto del mítico Valentín Cabillas, “que tiene un nombre propio en la Semana Santa de Ceuta” y en la hermandad de la que José Luis Vera, hoy ya padre de familia, es costalero. Un ambiente que ha vivido desde siempre en su propia casa: la temprana y dolorosa muerte de su hermana, devota cofrade, dio origen a un homenaje que sus padres realizaron a la joven hasta el día en que ellos mismos hicieron el camino inevitable: tirar pétalos a la Virgen de África cada cinco de agosto.

“La Soledad va a recibir esta medalla, tiene esta medalla, porque el año pasado le hice una promesa y se ha cumplido”. Una medalla que luce en el lado derecho del pecho de la Virgen, “y que tiene este año un significado especial”, dice.

No hay que ser un lince: el ha conocido “y en algunas ocasiones, he hecho hasta servicio con ellos” a los cuatro agentes que han vestido de luto al Instituto Armado en los últimos meses: los dos asesinados por una lancha en Barbate y los dos que murieron la semana pasada en un control en la localidad sevillana de Los Palacios. “Los tengo presentes, también, al entregar mi medalla a la Soledad, con la esperanza de que les proteja” allá donde están. Sabe que “en una profesión como esta, siempre puede haber riesgos”.

Habla con propiedad: fue compañero de los dos últimos agentes del Instituto Armado asesinados por la banda terrorista  ETA,  en Palmanova (Mallorca) en 2009. Estaba destinado en aquel infausto momento en la capital balear. 

José Luis, junto a sus hijos, observa a su Virgen, y al resto de pasos dispuestos, por  si el tiempo, lo permite a salir. Fuera del micro quedan anécdotas cofrades y, también -secreto de confesión- el motivo por el que se le concede una medalla que lucirá su ‘Sole’. “A ver si el viernes la vemos en la calle, si no, cuando ella quiera. Suya es para siempre”, dice.

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