Opinión

El nuevo rostro del Poblado Marinero

¿Qué ha pasado con el Poblado Marinero, el lugar que antes era el centro de la diversión nocturna en la ciudad autónoma? Marina Zapico nos cuenta cómo este emblemático espacio ha perdido su esencia y se ha convertido en un reflejo de la homogeneización, la exclusión y la inseguridad

 

 

POBLADO MARINERO

El Poblado Marinero, antaño epicentro de la vida nocturna en la ciudad autónoma, ha sufrido una metamorfosis que ha dejado, a muchos, nostálgicos y desencantados. Era ese rincón donde la diversidad y la música se entrelazaban, creando un ambiente único que acogía a todos: jóvenes, mayores, amantes de distintos géneros musicales. Sin embargo, hoy en día, su esencia parece haberse desvanecido.

De un sinfín de locales vibrantes, nos encontramos ahora con apenas tres. Tres lugares que intentan amalgamar lo mejor y lo peor de la noche, pero que, en muchos casos, terminan siendo un reflejo de la homogeneización y la exclusión. La variedad y la elección, que antes eran la norma, se han convertido en un lujo.

El deseo de disfrutar de una noche de fiesta con amigos se ve truncado por barreras aparentemente arbitrarias. ¿Desde cuándo la edad o la vestimenta determinan la diversión o el poder adquisitivo? Es absurdo pensar que unas zapatillas, por muy informales que parezcan, no pueden competir con unos tacones en términos de valor. Y más aún, es absurdo que se juzgue a alguien por su apariencia en lugar de su comportamiento.

Pero el problema no termina ahí. La seguridad, o la falta de ella, es otro punto de inflexión. A pesar de la notable presencia policial en el Poblado Marinero, parece que la prioridad no es garantizar la seguridad de aquellos que solo buscan disfrutar. Es incomprensible que, ante una situación de conflicto, la recomendación sea "no buscar problemas" y retirarse, en lugar de abordar el comportamiento disruptivo de aquellos que, con antecedentes o sin ellos, alteran la paz de la noche.

Es lamentable que, después de una semana de trabajo y esfuerzo, uno tenga que caminar con pies de plomo en lo que solía ser un refugio de diversión y desconexión. El Poblado Marinero, que una vez fue sinónimo de libertad y alegría, ahora se ha convertido en un espacio donde la cautela y la autocensura son la norma.

Es imperativo que se tomen medidas para recuperar la esencia de este emblemático lugar. La noche caballa merece un espacio donde la diversidad, la seguridad y el respeto sean los verdaderos protagonistas. Porque, al final del día, todos merecemos un lugar donde podamos ser nosotros mismos sin temor a ser juzgados o amenazados.