EL CUERPO POLICIAL CATALÁN VIVE SUS SEMANAS CLAVES, TRAS LOS ATENTADOS Y ANTES DEL 1-O

“The Mossos”

Trapero, 'major' de los Mossos, tendrá una complicada disyuntiva el 1-O: obedecer a sus jefes de la Generalitat o a los tribunales de Justicia. Los Mossos, tras la polémica gestión de los atentados yihadistas, se han puesto en el punto de mira. Curiosamente con la desaparición ante los medios de su director general, el radical independentista Pere Soler

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photo_camera Una patrulla de moscos d'esquadra de vigilancia en Barcelona (E.D.)

Las únicas competencias que los Mossos d’Esquadra no tienen son las relacionadas con la soberanía: las aduanas, control de edificios diplomáticos y otras de ese jaez. Los casi 17.000 agentes de la policía autonómica catalana se encargan de la seguridad integral de Cataluña, tras un largo proceso que comenzó en 1983. Estos días viven sus semanas más decisivas, tras la controvertida actuación en los atentados yihadistas de hace dos semanas, y de cara al 1-O. Josep Lluis Trapero, su jefe operativo 'major'–, se ha puesto en la picota tras los desmentidos y las informaciones sobre las alertas de un atentado en Las Ramblas por parte de la inteligencia estadounidense.

Los Mossos han logrado su mayor popularidad en Cataluña precisamente a raíz de la crisis terrorista de este agosto, que casualmente es cuando más han sido cuestionados policialmente. Su fama en la población era de policía dura y expeditiva, sobre todo por las contundentes actuaciones de su Brigada Móvil, los antidisturbios de la policía autonómica catalana. Una brigada móvil simétrica a la de la Ertzaintza, los conocidos como ‘beltzas’, negros. Los Mossos antidisturbios no van de negro, pero tienen un historial bastante disuasorio en las calles catalanas. Del mismo modo, los Mossos se vieron en apuros tras varios incidentes con detenidos y su estancia en las comisarías, como ocurrió con la muerte del popular actor Alfons Bayard durante su detención en Barcelona por seis agentes, en 2014.

Los posibles fallos de los Mossos en el ataque terrorista del 17-A están siendo analizados por diferentes cuerpos de seguridad. Sin embargo, a los Mossos y singularmente a su jefe, el major Trapero, se le avecina su verdadero reto: cómo actuar durante la convocatoria de referéndum por parte de la Generalitat del 1 de octubre.

Trapero es un jefe operativo que procede de anteriores equipos en Interior. Las purgas de Puigdemont a los dudosos con la independencia cambió la cúpula de la consejería clave para el referéndum: Interior.

El protagonismo durante los ataques yihadistas ha recaído totalmente en el consejero, Joaquin Forn y en el ‘major’ de los Mossos, Trapero. Lo llamativo ha sido la desaparición ante los medios del director de los Mossos, el independentista radical Pere Soler.

Los Mossos, en concreto su jefe Trapero, se verán en una complicada disyuntiva el 1-O. O bien obedecer a los tribunales –empezando por el Constitucional– y las órdenes gubernativas, o hacerlo a las órdenes contrarias que les darán sus mandos políticos desde la Generalitat. No se juegan poco, entre otras cosas la inhabilitación para ejercer su profesión. El papel de los Mossos, protegiendo y permitiendo el referéndum de Puigdemont, o bien impidiéndolo, va a ser parte de la clave de esta jornada decisiva en la historia de España y el catalanismo.

Por eso tantos ojos se han fijado en la figura de Trapero, un policía duro, hosco, aparentemente poco independentista, y enemigo de los medios de comunicación. El volumen contra los medios lo ha subido al máximo en su pendencia contra el director de El Periódico de Catalunya, Enric Hernández, que ha desvelado la exclusiva del aviso de la inteligencia estadounidense antes de los atentados.

La estrategia de la Generalitat fue clara tras la conmoción del 17-A. Patrimonializar la actuación de los Mossos como muestra de las alas de un posible estado catalán. La bipolarización de la opinión pública es tal, que Cataluña se ha dividido en dos bandos: si apoyan la actuación de los Mossos, se es independentista; si no, “unionista” o pero aún, "facha". Incluso el propio Trapero ha contribuido, al asegurar que hay dos posturas: "poner flores en los coches de los Mossos", o “echar mierda”.

El problema es que la actuación de los Mossos en el ataque de la célula yihadista genera cada vez más dudas. Una de las que llaman la atención a los expertos, es la contundencia con las armas de los agentes al neutralizar a los terroristas: seis muertos a balazos en plena calle. Algunos expertos policiales explican a Estrella Digital que, en alguno de los casos, sobre todo en el del último terrorista, se podría haber neutralizado con vida. Además de lo que supone una muerte, el terrorista era más útil para la investigación vivo que muerto, “al margen de que al delincuente hay que juzgarlo, no matarlo”, explica con cierta sorna. De hecho, subraya un experto policía, "es raro que aún no hayan hecho público las autopsias de la muerte de los yihadistas".

La polémica sobre el informe de la CIA alertando de un ataque terrorista en las Ramblas este verano, que los Mossos primero negaron y ahora admiten, si bien quitándole importancia, no hace sino subrayar uno de los grandes agujeros de lo que pasó el 17 de agosto en Barcelona. Younes Abouyaaqoub pudo conducir libremente su furgoneta asesina por Las Ramblas y solo se detuvo cuando los cuerpos impidieron que rodara más. No solo no había un solo bolardo, sino que no había un solo agente –ni local ni autonómico– en el casi un kilómetro que recorrió segando vidas. No solo el aviso que ha dado en exclusiva Hernández hablaba de Las Ramblas, sino que es uno de los puntos neurálgicos de la ciudad.

Tampoco está aclarado por qué Trapero dijo unas horas después que “no se espera ningún ataque terrorista inminente”. Solo dos horas más tarde sus agentes mataban a tiros a cinco terroristas en Cambrils, que estaban dispuestos a pasar a cuchillo a todo el que se encontraran en su camino.

El chalet de Alcanar no está en un lugar recóndito y escondido, sino a solo 200 metros de una carretera nacional (la N-340), en una zona muy turística, como es Sant Carles de la Rápita (Tarragona), donde hay una base de los Mossos. Cómo una docena de magrebíes pudieron tomar como 'okupas' una casa y trajinar casi 200 bombonas de butano sin que se percatara agente alguno, es otro misterio. Del mismo modo cuando se hicieron con 500 litros (media tonelada) de acetona, que desembarcaron tranquilamente en Alcanar con fines asesinos.

Los Mossos tienen de todos los departamentos propios de una policía integral, incluidas las unidades de inteligencia (información) y delincuencia organizada. Cuentan incluso con una unidad de intervención de élite, el Grupo Especial de Intervención, similar a los Grupos de Operaciones Especiales (GOEs) de la Policía. Están bastante bien dotados, pese a que aun están vestidos de una manera anticuada –con camisa azul claro y una incómoda gorra de plato–, aunque en breve tendrán un uniforme muy parecido al de la Policía Nacional, con una gorra flexible.

La idea del anterior consejero, Jané, al idear este uniforme, era unificarlo con el de los agentes locales, “para crear una imagen de Policía de Cataluña”. O sea, el cuerpo armado del catalanismo. En las insignias del major Trapero se ve esta idea un poco militar del cuerpo policial. Su rango se subraya con un bastón de general cruzado con una hoja de laurel. Lo curioso de la historia es que este cuerpo fue creado por la administración de los borbones, allá en el siglo XVIII.

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