El estado de la sanidad en Ceuta

ángel lara ccoo
photo_camera Ángel Lara

La sanidad de Ceuta vive uno de sus peores momentos en los últimos años. La crispación entre la mayoría de los trabajadores es palpable: han visto como unas condiciones laborales ya de por sí nefastas han empeorado progresivamente. Los representantes de los trabajadores nos encontramos con unos gestores que no atienden a razones, que se han enrocado en actitudes autoritarias y a los que les va haciendo falta un baño de realidad (demasiado tiempo ya entre despachos y reuniones telemáticas). Sindicalmente estamos constreñidos por una sempiterna falta de diálogo a lo que se suma la escasa voluntad del equipo directivo a enmendar los graves problemas de nuestra sanidad. Apenas queda un leve recuerdo de los aplausos a los compañeros que tanto han luchado y siguen luchando en esta pandemia, mientras las medallas han ido para los directivos (a los que la fiscalía está investigando). Ese merecido reconocimiento, que en justicia le hubiera correspondido a TODO el personal que presta servicio en las diferentes áreas y servicios de los distintos centros de la sanidad Ceutí, al final ha terminado recalando en quien, a juicio de este sindicato, menos lo merecía.

En el momento pandémico en que nos encontramos es fundamental una vacunación ágil y generalizada y eso es competencia de la Atención Primaria, cuyo abandono venimos denunciando desde hace años. La Atención Primaria es el pilar fundamental de cualquier sistema sanitario. La importancia de la labor del personal de este nivel asistencial aumenta, si cabe, durante una pandemia. A pesar de ello entendemos que desde la administración no se ha dado el apoyo suficiente a estos trabajadores. Estamos en un momento crítico, tenemos la amenaza de la cuarta ola a la vuelta de la esquina. La sensación de todos es que no se aprovechó el intervalo de bonanza sanitaria ocurrido desde el final del confinamiento para ponernos al día: terminación obras centro de salud del Tarajal, aumento y cobertura de plazas estructurales, etc. El no haber adecuado los recursos materiales y humanos durante esos meses ha hecho que el necesario enfoque inicial hacia una atención telefónica terminara en un resultado errático con la consiguiente indignación y sentimiento de desatención de los pacientes. Éstos comprueban diariamente la cada vez mayor dificultad para el acceso a los servicios tanto de primaria como de especializada. Por otro lado (a pesar de la lógica restricción presencial en atención primaria) la administración no ha desarrollado los mecanismos que eviten la necesidad de acudir a ellos para trámites meramente burocráticos, que son los que deberían gestionarse telemáticamente. Especialmente significativas son las colas que se han llegado a ver en las mismas puertas de algún que otro centro de primaria y trasladan literalmente una imagen de maltrato al usuario. Todo ello hace que estos manifiesten su descontento, precisamente, ante los mismos trabajadores que hacen lo que pueden desde la insuficiencia de recursos antes mencionada. Esta realidad no solo la sufren facultativos y personal de enfermería, sino celadores, personal administrativo, personal de limpieza e incluso personal de seguridad. Estos compañeros trabajan también en primerísima línea (aunque solo se mencione a médicos y enfermeros la mayoría de las ocasiones), lidian con la frustración de los pacientes e intentan dar una solución a problemas que normalmente están fuera de sus responsabilidades. A pesar del sobreesfuerzo constante que hace todo el personal del INGESA, el déficit de recursos es tal que hace que el usuario perciba retrasos y desatención.

Estamos hablando de asistencias telefónicas, domiciliarias y presenciales a las que apenas se les puede dedicar 5 minutos y a las que se añaden tareas burocráticas. Este colapso unido a la dificultad para derivar a la atención especializada ocasiona nuevamente el enfado de los usuarios. Además, tenemos pendiente la bomba de relojería que supone un sistema de gestión de listas de espera que no puede ser más oscuro y enrevesado. La administración se hace trampas al solitario con el objetivo de maquillar las cifras de esta lista de espera, ya antes de la pandemia, y hemos visto como esta “estrategia” se ha agravado tras la llegada del COVID-19. Y no olvidemos que partíamos de la peor posición en recursos de todo el país en casi todos los niveles. 

Otro tema a abordar es el del servicio de cirugía, en una situación de abierto conflicto con la dirección del hospital, y no por capricho, sino por una evidente mala gestión de las direcciones médica y de enfermería que no ha sabido ser resuelta por quien debe hacerlo: el Gerente. El origen de toda la problemática actual y del malestar entre sus facultativos, es el conflicto existente con la gestión de la Directora de Enfermería. Gerencia y Dirección Médica (tan prestas siempre a zanjar temas de forma autoritaria), en este caso, curiosamente se mantienen al margen a pesar de ser conocedoras de la situación, y no sólo permiten una situación impensable en cualquier otro hospital, sino que se esconden detrás de las puertas de sus despachos. En cualquier caso, lo que debía haber sido solucionado con diálogo y planificación, ha finalizado con la dimisión de uno de los mejores profesionales de nuestro hospital y con el malestar de todo un servicio. Es lo que ocurre cuando una dirección actúa desde la soberbia que ya nos tiene acostumbrados. 

Por otro lado, no querríamos finalizar sin recordarle al único director territorial de toda España, que según apuntan algunos medios de comunicación se saltó el orden de vacunación del propio Ministerio de Sanidad que, a día de hoy, aún queda un número significativo de trabajadores que no han recibido la segunda dosis de vacunación contra el virus de la COVID (y algunos, ni la primera). Como máximo responsable del INGESA en Ceuta debería preocuparse por que los trabajadores que tiene a su cargo estén debidamente protegidos, como lo está usted, con la diferencia que las tareas de estos trabajadores implican un riesgo (distinto al de estar encerrado en un despacho a cal y canto). 

Igual que interpelamos al director territorial lo hacemos con todos los usuarios para pedirles paciencia en nombre de todos los trabajadores del INGESA, porque muchos de nuestros compañeros llevan más de un año afrontando situaciones laborales penosas, compensando con su sobreesfuerzo las carencias de nuestra sanidad, quedándose sin desayuno, sin poder solicitar los días cuando los necesitan y viviendo situaciones emocionalmente muy duras.

Señor Lopera, ni Ud. (ni su equipo)está a la altura de sus trabajadores. En una situación así no vale adoptar la estrategia del avestruz, que aguanten otros el chaparrón. Tanto sus trabajadores como la sociedad ceutí necesitan y exigen una solución a la falta de personal, a los problemas estructurales de la Atención Primaria, así como la de los diferentes frentes y conflictos que se le van amontonando, y para los que es evidente que no son capaces de dar una solución. Y, por favor, ahórrenos el bochorno: guarde la medalla en un cajón y no la luzca jamás. 

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