Excrementos de la moral

Ramón Rodríguez
photo_camera Ramón Rodríguez

De pequeños nos enseñan que mentir está mal, social y éticamente reprobable. Desde la cultura y la religión tienen la misma visión.

Para Jean-Paul Sartre “el hombre es una pasión inútil” o al menos así lo expresa en “El ser y la nada” si bien no con la intencionalidad con la que yo transcribo estos pensamientos. O tal vez sí.

“El ser y la nada” es un título lo suficientemente sugerente como para poder extrapolarlo al escenario político actual. En el que se ha instalado con gran fuerza, y absoluta proyección hacia el infinito, la mentira. Entre el “ser” y la “nada” se encuentra la mentira. Entre el “ser” y la “nada”, un presidente de un gobierno de coalición progresista que hace de la mentira argumento político. Parece que la Universidad fulera de VOX tiene un nuevo doctorado Summa cum laude.

Entre el “ser” y la “nada” la mentira se convierte en el peor virus. En una sociedad tan polarizada como la española la enfermedad se propaga rápidamente y lo que está consiguiendo a pasos agigantados es resquebrajar la convivencia e infectar a toda la comunidad. La gravedad de la situación se percibe en los discursos políticos y la severidad del problema en el mismo instante en que un presidente de gobierno de un país democrático se apoya en la falsedad para definir su espacio político. Espacio que queda notoriamente contaminado y por supuesto ensuciado.

¿Dónde debemos buscar la clave de las declaraciones de Pedro Sánchez?

¿Se estaba mintiendo a sí mismo? pues en distintas ocasiones defendió idénticas posturas que el Ministro de Consumo y en términos muy similares.

¿Estaba actuando contra alguien o a favor de alguien?

Analicemos esta situación con cierto detenimiento. Si iba contra Garzón, es decir, contra el ámbito de Unidas Podemos, realmente estaba atacando a un ministro de su gobierno, pero es que no sólo agredía al mensajero sino también al mensaje, iría en contra del medio ambiente, de la salud de los ciudadanos, de los ganaderos con pequeños y medianos negocios familiares, de la ganadería extensiva o semi-extensiva, de los derechos de los animales, de la España “vaciada”, de la Agenda 2030, etc ¡Demencial, simple y llanamente demencial!

¿Iba a favor de las macrogranjas? que pocos beneficios dejan en su entorno cercano y grandes perjuicios en forma de contaminación medioambiental, despoblación y maltrato animal entre otras lindezas.

El presidente del Gobierno ha conseguido que un bulo desde posiciones muy próximas a la ultraderecha se convierta en argumento propio que no hace sino deslegitimar la acción de Gobierno. ¿Qué diferencia existe entre sus palabras y algunos discursos tramposos de Trump en su tiempo?

Debemos centrarnos en dejar de lado el código binario de verdad o mentira, olvidemos esa lógica maniquea, y fijar nuestra atención en la intencionalidad de quienes mienten.

Lo relevante en la mentira no es nunca su contenido, ni tan siquiera el contexto, sino la finalidad, el propósito del mentiroso.

La mentira no es algo que se oponga a la verdad, sino que debe ser quirúrgicamente enmarcada dentro de su finalidad: en la frontera que separa lo que se dice de lo que se piensa. Y no debemos obviar que la acción discursiva siempre es referida a alguien. Lo definitorio es, por consiguiente, el afán de dañar al otro, sin este objetivo no existe la mentira como elemento manipulador de consecución de algún fin.

“La esencia de la mentira implica, en efecto, que el mentiroso esté completamente al corriente de la verdad que oculta. No se miente sobre lo que se ignora; no se miente cuando se difunde un error de que uno mismo es víctima; no miente el que se equivoca. El ideal del mentiroso sería, pues, una conciencia cínica, que afirmara en sí la verdad negándola en sus palabras y negando para sí misma esta negación. Pero esta doble actitud negativa recae sobre algo trascendente: el hecho enunciado es trascendente, ya que no existe, y la primera negación recae sobre una verdad, es decir, sobre un tipo particular de trascendencia” y no lo digo yo, sino el referido, Jean-Paul Sartre en la ya citada obra.

Creo que todas tenemos claro que el ecosistema natural de la mentira es la política, o bien apoyada y protegida por el secretismo o abiertamente utilizada como arma de destrucción masiva. ¿Destrucción de qué? De la democracia. De las frágiles estructuras, según se está demostrando, que sustentan la libertad en una sociedad que pretende ser plural. Cuando en y desde el cuarto poder la mentira se convierte en noticia recogiendo el testigo la clase política y potenciando sus efectos devastadores, en ese instante se ha infligido una herida mortal de necesidad a la democracia.

Convertirse en mentiroso es un proceso largo que debilita la inteligencia y corrompe la moralidad, se vive por y para la distorsión de la realidad hasta llegar a descomponerse uno mismo en la búsqueda de la destrucción del otro.

Debemos diferenciar entre mentira y malentendido, por ejemplo: que exista gente que piense que la tortilla francesa es oriunda de nuestros vecinos norteños (cuando en realidad lo “francés” proviene del asedio de las tropas napoleónicas a la ciudad de Cádiz en 1810, que provocó una escasez de alimentos que afectó entre otros a las patatas y obligó a preparar la tortilla de patatas típica española sin patatas, de ahí que a ese “novedoso” plato se le conociera cómo “tortilla de cuando los franceses” en referencia a los invasores galos) es un malentendido o desinformación; que la figura de Carlos II “El Hechizado” se convirtiera en una caricatura a pesar de no estar ni hechizado, ni poseer tantos defectos físicos, como la historia que se ha transmitido hasta hace bien poco, es debido a una mentira ideada por los Borbones, o su entorno, para favorecer la subida al trono de Felipe V. Desaparecían los Austrias bajo una apariencia de degeneración y decadencia como instrumento de enaltecimiento y legitimización de la futura dinastía reinante. De esto como de lo de la tortilla también son responsables los franceses.

Y luego tenemos a Mark Twain con su “Conspiración Universal de la Mentira de la Afirmación Silenciosa”: “[...] La conspiración universal de la mentira de la afirmación silenciosa está presente siempre y en todas partes y trabaja siempre en interés de una estupidez o de una falsedad, jamás en interés de algo noble o respetable. Y parece tener el aspecto de la más tímida y ramplona de todas las mentiras. Durante siglos y siglos ha trabajado en favor de despotismos, aristocracias y esclavitudes militares, esclavitudes religiosas, y a todas ha mantenido con vida; las mantiene con vida todavía, aquí, allá y acullá, por todas partes del globo; y seguirá manteniéndolas vivas hasta que la mentira de la afirmación por el silencio se retire del negocio... la afirmación silenciosa de que nada sucede de lo que los hombres justos e inteligentes sean conscientes y a lo que por deber hayan de poner fin”. La teoría de Twain se resumiría en que ante una situación moralmente censurable los “buenos” se encuentran mirando para otro lado, por lo que al no darse por enterados seguirían con unas maravillosas conciencias limpias. La mentira tendría una forma de manifestarse disociada dentro de la paradoja de la unicidad de la falsedad. Vivir para la mentira frente/junto a vivir en la mentira. El poder de la manipulación elevado a su máximo exponente.

No desearía concluir sin explicar que el presente artículo no pretende llamar mentiroso a nadie en concreto, sino alertar sobre el enorme peligro que encierra la mentira, y más aún en el instante que es asumida como elemento de discurso político por el poder ejecutivo.

 “El hombre atrapado en la mentira es estiércol para la Historia”

 Soul Etspes

Más en Remitidos
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad