Falta de cultura en materia de seguridad en los centros educativos

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photo_camera José Antonio Carbonell (CEDIDA)

Los centros educativos tienen que ser espacios seguros tanto para el alumnado como para el personal docente y no docente. Los centros educativos se deberían de articular como principales agentes sociales en la formación de una sociedad con cultura preventiva, de modo que estas instituciones deberían ser claros ejemplos de seguridad y prevención. Gestionar dicha seguridad debería ser una función asumida y desarrollada por los propios centros siempre con la supervisión de los órganos superiores.

Estos centros como instituciones que prestan un servicio a la sociedad no se encuentran exentos de responsabilidad, garantizar la seguridad de las personas pasa por mejorar las condiciones que las envuelven, que no es el caso, cuya finalidad sería la de eliminar riesgos y fomentar hábitos seguros. La prevención debería de ser la piedra angular del sector de la enseñanza que se enfrente a varios desafíos destacando:

Potenciar la formación en la prevención de los riegos laborales, desde la enseñanza obligatoria hasta la formación profesional y la universidad, abordándola con programas oficiales.

Potenciar la formación y la información de docentes y no docentes en estas cuestiones, ya que serán la correa de transmisión de la cultura preventiva del alumnado.

Adecuar los medios de protección contratando a profesionales creando Departamentos de Seguridad, dirigidos por Directores de Seguridad que son los que tendrían que crear políticas de seguridad inexistentes hoy, siendo esta figura la que actualice los Planes de Autoprotección y fomente la realización de simulacros anuales comprobando su eficacia.

El ámbito relacionado con las condiciones de seguridad en los centros educativos ha de tener un enfoque integral, que incluya no solo los extremos relacionados con las condiciones materiales de las edificaciones escolares, sino todos aquellos aspectos que de algún modo pueda tener repercusión directa o indirecta en la seguridad de todas las personas que desarrollen sus actividades en los centros.

Por ello la figura del Director de Seguridad es la idónea para analizar los riesgos, entendiéndolos y gestionándolos, considerando las opciones y prioridades de su reducción, considerando si los recursos disponibles son los suficientes para luego poder desarrollar estrategias y protocolos para poder atajar los problemas de la mejor forma posible, sufriendo los mínimos daños colaterales.

También cabe añadir que estos centros no tienen las herramientas idóneas para poder realizar  las medidas de seguridad en materia de prevención de riesgos laborales, ya que no se debe de obviar que existen otros problemas de seguridad como lo es la seguridad física, por ello se tendría que dotar a estos centros de detectores de metales.

Sin ir más lejos lo sucedido en un centro educativo de la Región, cuando un menor introdujo un arma simulada de balines dentro del recinto, donde nadie se dio cuenta debido a la falta de medios, gracias al trabajo de los Ordenanzas que fueron quienes alertaron de esta situación dando conocimiento a la dirección de centro. La única medida coercitiva que se le aplicó al menor fue la expulsión de centro durante un período de dos semanas.

Si analizamos fríamente este incidente nos damos cuenta de que esto solo es la punta del iceberg de lo que puede suceder, si no se toman medidas contundentes.

 

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