Fronteras y membranas

El 6 de febrero de 2014, en el espigón de El Tarajal, una playa a escasos metros de una calle concurrida de la ciudad autónoma de Ceuta y donde la valla que separa dos mundos estira su alambre sobre el mar, en hora punta, doscientas personas intentaron cruzar a nado en un intento desesperado por alcanzar territorio español.

El 6 de febrero de 2014, en el espigón de El Tarajal, una playa a escasos metros de una calle concurrida de la ciudad autónoma de Ceuta y donde la valla que separa dos mundos estira su alambre sobre el mar, en hora punta, doscientas personas intentaron cruzar a nado en un intento desesperado por alcanzar territorio español.

Huyendo de países en guerra, del hambre, la persecución, el exterminio, de la miseria existencial. Provenientes de lugares donde la vida humana no vale nada o escapando de la fiera existencia dependiente de una naturaleza implacable, esperan en los montes cercanos a Ceuta, donde no llega el día ni el sueño, el momento de superar la doble valla. Prisioneros de la desolación, andando sin objetivo, sin razón, ante un mundo de sensibilidad retardada, millares de anónimos luchan por alcanzar una tierra donde poder vivir la vida que deseen, donde su margen de proyección personal se amplíe. Sus gestas, anónimas, reviven la acción de aquellos cuyos nombres figuran en los himnos de libertad, en las calles y avenidas, en la conmemoración de días festivos, tronando como héroes que expulsaron la violencia mítica a los márgenes de sus reinos.

En la zona española un pelotón de fuerzas del estado esperaban en formación la peligrosa y arriesgada entrada a nado, con la intención de disuadir a un invasor desarmado y exhausto, se hizo uso de material antidisturbios, botes de humo, pelotas de goma…

Habitamos un territorio cargado de dualidades. Con ello nos hacemos portadores de fronteras, el antiguo fantasma “destruido” de occidente. La valla es la extensión del fascismo, la que excluye y mantiene contenida lo deforme de su ficción como mero error sistemático. En su misma naturaleza muestra el origen de la razón instrumental propia de la industrialización, reduciendo al ser humano a cabeza de ganado. En un escenario donde toda desviación debe mostrar el motivo práctico que lo hace, ahora bajo sospecha, pertenecer al sistema, nacer más allá de sus límites es un fallo difícilmente condonable.

La palabra hospitalidad es directamente proporcional al crédito del que disponga el que pida asilo. La misma palabra ha sido desgajada de su significado original para ser reducido y arrinconado al ámbito de la hostelería, del restaurante de lujo, hoteles, balnearios y centros de ocio donde el bien de intercambio marca la conexión entre los actores. La toma de decisiones ya no depende de la sangre del señor, ahora es una abstracción del poder anónimo sometido al cálculo de porcentajes.

Murieron 15 personas a las que se negó una asistencia a la que tenían derecho. Los que sobrevivieron, algunos de ellos heridos, fueron devueltos a la policía marroquí. 16 miembros de la Guardia Civil fueron imputados por un posible delito de homicidio y lesiones imprudentes. El caso fue sobreseído y archivado provisionalmente un año después.

En el fino margen existente entre la defensa del territorio y lo derechos humanos el error recae en hacer pasar al Estado como si fuera nación. Matar y morir por la nación es, en realidad, matar y morir por el Estado. El patriotismo esencialista es víctima de un engaño, de una identificación precipitada entre la división de la tierra y la organización espiritual.

Recubierta de una piel bajo cuya superficie vibran miles de núcleos que exigen el derecho a ser humanos, sobre Europa se ciernen las responsabilidades que, como deuda inaplazable, surgen en cada llaga, cada corte, cada vida cercenada, cada ser humano vejado, apaleado, torturado y saqueado. Como mayor logro, el capitalismo industrial se marca el haber liberado a la colectividad humana de la Naturaleza.

Pero esta colectividad ejerce ahora al individuo la misma función opresiva propia de aquella. En todo caso el mecanismo funciona y muestra, a cada paso, la oscuridad del origen del progreso occidental. Ante el desvelamiento de su máscara la mayor preocupación de occidente recae en permitir a sus ciudadanos cambiar de canal y seguir almorzando.

En lo indeterminado del mar, en sus infinitas fibras que se estiran como músculos entrelazados, llenos de grietas, la fronteras se diluyen, y siguen día a día engullendo a anónimos a los que su condición de seres humanos no es suficiente para ser acogidos por legislaciones de membranas enquistadas.

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