Con motivo del Día del Urbanismo

Vista de edificios en el centro de la ciudad (C.A.)
photo_camera Vista de edificios en el centro de la ciudad (C.A.)

Con motivo del Día Mundial del Urbanismo, celebrado el 8 de noviembre. Determinado en 1949, es una fecha que se conmemora en más de 30 países de cuatro continentes.

 

¿Qué será el urbanismo que parece que no existe pero todos interaccionamos con él las veinticuatro horas del día?

Sin saberlo, desde que salimos de casa a primera hora de la mañana, y solo con atravesar el umbral del portal del edificio en el que vivimos, interaccionamos con el urbanismo. El ancho de las aceras, la cantidad de personas con las que te cruzas; si la calle es peatonal o circulan vehículos también depende del urbanismo.

Que transitemos una pequeña calle, o callejón, de apenas 3 metros de ancho, o tengamos que esperar casi dos minutos, hasta que la luz del semáforo se torne verde y atravesemos seis u ocho carriles de coches también depende del urbanismo. Pero, esto, además nos sitúa en un momento concreto de la historia que, si sabemos leerlo, nos da mucha más información de lo que realmente tratamos.

Que unas calles sean más sombrías que otras, o que espacios de desahogo, sean plazas o parques, estén donde estén, y además funcionen, es culpa del urbanismo. Y la cantidad de gente que vive en un barrio, también. Y la cantidad de colegios; y de locales comerciales; y de autobuses; y la cantidad de plazas de aparcamiento.

Y el hecho de que un carro, o silla de ruedas, no se vea atrapado; o la cantidad de carriles bici, y de humanidad en las calles, también. Y que haya árboles, y vegetación, en general, y zonas agradables para esparcimiento, igualmente, es culpa del urbanismo. Del bueno, por cierto.

Porque hay urbanismo malo. Y el urbanismo malo es el que genera diferencias sociales, y afecta directamente a la economía de las familias. A la economía de cada uno y, por ende, de todos.

Y este no es un problema local, ni municipal, ni estatal. El urbanismo afecta a todos los niveles, y se comprendió como pieza primordial del desarrollo social mundial. Tanto que la ONU se lo plantea como el objetivo 11 de la Agenda 2030.

Hemos venido arrastrando un despilfarro desmedido en los últimos años. Desde las costumbres familiares a la circulación y movilidad interterritorial. Las ciudades y comunidades sostenibles son uno de los objetivos a alcanzar por la Organización de las Naciones Unidas, para el año 2030.

Este objetivo no solo busca mejorar las condiciones de vida de aquellas personas que viven en zonas marginales, también garantizar un equilibrio entre la vida moderna y el medio ambiente.

Es una necesidad imperiosa que las ciudades se vuelvan lugares sostenibles y eco-amigables.

Lo es porque el 55% de la población mundial vive en las ciudades, eso equivale a 4.500 millones de personas. Y las ciudades solo representan el 3% de la superficie terrestre. La ONU augura que, para 2030, se alcancen los 5.000 millones de habitantes en éstas.

Casi 900 millones de personas que habitan las ciudades, lo hacen en zonas marginales y, estructuralmente, inseguras.

De toda la energía eléctrica mundial, las ciudades llegan a consumir hasta casi el 80%. Las que, además, son el origen del 70% de las emisiones de carbono, que están aumentando el efecto invernadero.

En términos internacionales, la rápida y vertiginosa urbanización está ejerciendo presión sobre los suministros de agua dulce, las aguas residuales, el entorno de la vida y la salud pública.

Pero no podemos dejar pasar que las ciudades generan el 80% del PIB mundial. Y es, precisamente, en las ciudades, aunque los números den vértigo, las que promuevan una suerte de viraje que aminore la gran aceleración que ha desembocado el último siglo de la historia de la humanidad.

No es echar el freno. Se trata de avanzar en estrategias que redunden en beneficio humano, económico, y social.

Y por ello, es, en las ciudades, en la nuestra también, donde deben nacer actuaciones que ponga en valor al humano como actor respetuoso e inocuo para con nuestro entorno.

Ceuta tiene mucho margen de mejora para aplicarse una estrategia que acompañe y potencie el envidiable entorno del que disfrutamos. Y no vamos tarde. Es el momento.

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