Carta Abierta a las autoridades

¿Por qué las mascotas y su marcha no están en la agenda política en Ceuta?

Que esta carta abierta sirva para el inicio de un movimiento que nos lleve a contar en Ceuta con la posibilidad de ser los dueños de los destinos de nuestras mascotas cuando llega el triste final, marcado por la normativa claro, pero que sea digna

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Casi toda mi vida he tenido mascotas a mi lado. He conocido y conozco esa relación tan intensa que sólo sabe quien tiene la suerte de interactuar con ellas. La paz que te dan, la compañía, el amor incondicional, la lealtad…

Compartir el tiempo que te conceden con ellas es una forma de sentir… de vivir. En Ceuta somos más de 14.000 ciudadanos que tenemos registrados, al menos, una de ellas. Perros, gatos… y los que amamos la compañía de estos peludos sabemos todo lo que significa estar con ellos, lo que nos dan en vida. Son la mejor terapia en todos esos momentos por los que te lleva el camino, la senda de la sinuosa vida.

Alguien que te espera siempre feliz de volver a verte cada vez que llegas a casa agitando la cola, ladrando, ronroneando o achuchándose contra ti. ¿Eres uno de esos más de 14.000 ceutíes que tiene la suerte de sentir esos instantes?

No es que humanicemos a las mascotas, pero ellas nos hacen más humanos esa es la verdad. Durante su compañía tratamos de darle lo mejor que podemos, cumplimos las normas sanitarias, les damos de alta en el censo de animales domésticos, las mantenemos convenientemente vacunadas… afortunadamente en Ceuta el mundo veterinario es extraordinario. Nos ayudan a mejorar la vida de quienes nos hacen siempre felices, se implican y son, sin duda, una garantía y una tranquilidad en la atención de nuestros mejores amigos. Tenemos en la ciudad la gran suerte de disponer de excepcionales profesionales. Podría hablar aquí de mis veterinarias, las pondría en un altar, pero estoy seguro de que el sector en Ceuta es similar en atenciones, profesionalidad y cercanía.

Pero, con todo este cariño que profesamos por nuestros compañeros de cuatro patas, que son parte de nosotros, de nuestras familias, que en muchas ocasiones son el compañero de vida de padres, madres y de hijos que crecen junto a estas muy adorables mascotas ¿quién nos ayuda a solucionar un problema de calado sentimental en el que ningún político ha caído?

¿Qué cuál es el problema?, la marcha de nuestros compañeros. Nadie ha pensado en el dolor que supone despedirse de quienes te han acompañado de una manera tan incondicional a tu lado. La muerte es fría, siempre, dolorosa para los que quedan, pero en el caso de nuestras mascotas, por más atención y cariño que empleen nuestros amigos veterinarios/as, la normativa aplicable actualmente, al considerar el cadáver de nuestro ser querido como desecho animal (‘desecho’), es embolsado, recogido y destruido allá a saber cómo…

Un sentimiento de tristeza y dolor que se une, a la pérdida, el hecho del conocimiento de la indignidad con la que se desprenden de nuestros leales compañeros de vida.

No se les puede enterrar al no existir una zona concreta para nuestras mascotas y recordarlas. No hay una incineradora para controlar, como familia propietaria, la trazabilidad del proceso y recoger los restos para mantener esa relación sentimental que seguro tienen esos más de 14.000 ceutíes dueños de, al menos, una de ellas.

Quizá las autoridades políticas no han considerado en ningún momento la parte sentimental de la relación y de los lazos que existen y se generan con nuestras mascotas. Jamás se ha escuchado a ningún político hablar de propuestas para dar servicio a esta población dueña de una de ellas (más de 14.000) que solo quiere dignidad para quienes han caminado junto a ellos.

Seguro estoy de que el Colegio de Veterinarios de Ceuta estaría dispuesto a ser la voz de todos ellos, para expresar los deseos y los sentimientos de los propietarios de mascotas y que se atienda el que el final de nuestros compañeros sea realmente digno.

 

Que esta carta abierta sirva para el inicio de un movimiento que nos lleve a contar en Ceuta con la posibilidad de ser los dueños de los destinos de nuestras mascotas cuando llega el triste final, marcado por la normativa claro, pero que sea digna.

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