Durante mucho tiempo me planteé escribir sobre las historias de vida que iba conociendo en un limitado espacio tal como es el subterráneo o Galería de los Remedios. Historias que se entrelazan, historias de adultos, de caminos que han llegado al ocaso, de mochilas repletas de piedras de un camino ya andado. Pero la otra noche, sin día, sin fecha sin año, se celebró una jam session. Poesía prometida de madurez, desencanto y pesimismo, y me encontré la voz de la juventud, la inexperiencia, la sorpresa... las voces de jóvenesde entre catorce y dieciocho años.
Les pongo nombres porque miembro de esa miríada de maduros quizás anquilosados en un tiempo ya inexistente consideramos que la voz viva, la sangre en las venas y el espíritu revolucionario ha dejado de ser moda.
Nombres como Clo Villalón, Óscar Franco, María Núñez y Sergio Martínez nos enseñaron que todavía tenemos oportunidad de aprender de generaciones venideras. Sus poemas, sus canciones, sus dilemas vitales nos ofrecieron a los mal llamados adultos referentes de la madurez trasnochada. Un ejemplo de oxigenación a nuestras propias vidas, historias impropias para adolescentes, duras, intensas y decididamente nada ortodoxas para una ciudad de pequeñas dimensiones donde todo transcurre en una calle Mayor, henchida de comentarios y doble moral.
Estimados niños, disteis la otra noche una lección de buen hacer, del interés por lo no evidente, por una esencia olvidada, por una poesía que Óscar, un pequeño lleno de rizos, unas gafas de pasta y su carpeta, me dedicó. Gracias a todos por una noche especial.
