UNA MULTITUD CELEBRA EL PASO DE LA CABALGATA DE REYES

Baltasar, bajo sospecha

Centenares de personas han flanqueado el paso de la tradicional Cabalgata de Reyes que, un año más, ha recorrido las calles de la barriada San José y del centro de la ciudad. Pasacalles, bandas de música y grupos de baile han amenizado un desfile durante el cual se  han repartido 2.000 kilos de caramelos entre los más pequeños. 

Reyes Magos 16
photo_camera Una de las carrozas se abre paso en dirección al Revellín/ ANTONIO SEMPERE

CABALGATA REYESMiembros de uno de los pasacalles que han amenizado el desfile/ ANTONIO SEMPERE

El caso ha permanecido vedado al conocimiento de la opinión pública por razones que no han sido desveladas pero que usted, cuya perspicacia se da por sentada, podrá seguramente imaginar. Pese a la estricta discreción con la que se han conducido las autoridades, los más experimentados especialistas en cabalgatas reales sospecharon de la suplantación desde muy temprano.

Un pizpireto estudiante de la ESO advirtió la impostura a la altura del cruce de El Morro. La gota de sudor que abrió un surco blanquecino en el rostro azabache de Su Majestad Baltasar de Oriente delató el engaño. La madre del joven, ajena al fenomenal descubrimiento de su vástago, ahogó las quejas del adolescente entre los aullidos con los que amedrentaba a las progenitoras rivales en la disputa por los caramelos arrojados al respetable por princesas, pajes y acompañamiento regio en general. La escena, de una ferocidad inefable, se asemejaba a la pugna de un grupo de ménades presas de un arrebatamiento extático.

La Ciudad ocultó la verdad al común de la ciudadanía con burdos pero efectivo reclamos. Una figura semejante a un faraón, solemne a modo de mascarón de proa de la carroza, hurtaba la atención que debía haberse prestado al ocupante del vehículo, el blanquecino y falsario Baltasar. Las hipnóticas notas y el rítmico compás de los villancicos interpretado por las bandas de música a su paso por la calle Real obnubilaban el entendimiento de quienes mejor hubieran estado alerta al escamoteo de Su Majestad.

Las autoridades municipales recurrieron también al conocido truco de cubrir a la muchedumbre con una cortina de caramelos, una artimaña en la que invirtieron 9.000 euros, desembolso que dieron por bien amortizado tras juzgar los resultados obtenidos.

Peluches de celebérrimos programas de televisión, subyugantes coreografías interpretadas por delicados cuerpecitos infantiles, sombrillas iluminadas por intermitentes lucecillas, tritones que emergían de aguas de cartón piedra, todo, todo, coadyuvaba a ocultar la genuina identidad del tercer mago.

Pero la verdad no podrá ser ocultada por mucho más tiempo. Mientras el farsante saluda a la chiquillería desde su atalaya en la carroza, Su Majestad Baltasar, con el armiño hecho unos andrajos, comparte piso en el barrio tangerino de Boukhalef a la espera de una oportunidad para acreditar la alcurnia de su linaje ante las autoridades españolas. Sería un bonito detalle inaugurar la oficina de protección internacional de la frontera con tan distinguido miembro de la realeza.