el presidio de ceuta es protagonista de uno de los timos más antiguos

Una carta de 1859, estafas y un botín de dinero tintado

La historia universal de la candidez humana es extensa. Una misiva, presuntamente enviada desde el presidio de Ceuta en 1859, constituye una de las primeras pruebas de un timo que, conocido como el del "prisionero español", se considera antecedente de la estafa de las cartas nigerianas. 

Límites fronterizos de Ceuta en torno a 1790
photo_camera Límites fronterizos de Ceuta en torno a 1790 (REPRODUCCIÓN)

La estafa de las “cartas nigerianas” cuenta con un prestigioso antecedente que remite las pesquisas de los historiadores a Ceuta. El timo arranca con la recepción de una carta por la que se informa a la víctima de sus derechos sobre una herencia millonaria. El estafador reclama el abono de pequeñas cantidades con las que sufragar los trámites que permitirán desbloquear los fondos. La candidez y la codicia del timado harán el resto.

El engaño, pese a su aparente zafiedad, reporta pingües beneficios a los estafadores en no pocas ocasiones. Pero no es, precisamente, una idea original.

 

Desde el presidio

Un vecino de la isla de La Palma recibió un miércoles de agosto de 1859 una insólita carta. El remite identificaba a su autor como un reo del presidio de Ceuta. Su lectura hubo de maravillar necesariamente al sorprendido destinatario. La misiva narraba una extraordinaria aventura iniciada siete años antes en el puerto de La Habana y de la que no estaban ausentes esclavistas, engaños y tesoros.

El malhadado presidiario, un tal José María Notel, había acabado con sus huesos en el presidio ceutí. Marinero de profesión, cuenta a su corresponsal canario que formaba parte de la tripulación de un balandro cuyo destino era un puerto en Sierra Leona. El barco cargaba 2.000 onzas de oro destinadas a la adquisición de esclavos.

La codicia cegó a Notel quien, según cuenta él mismo en la misiva, se valió de la complicidad de otros tres miembros de la tripulación para robar el dinero, enterrarlo en una playa de La Palma y, una vez reanudada la singladura, provocar el naufragio del barco para ocultar el latrocinio.

El golpe acabó, sin embargo, en fracaso. Notel, para cuando escribió la carta, llevaba tiempo expiando una pena que le había sido impuesta por otro delito.

La sucesión de planes audaces y desdichas inevitables debió asombrar al inopinado lector de la carta de Notel. Pero la carta continuaba.

El marinero confiaba a su corresponsal que, de todos los perpetradores del robo, sólo él quedaba con vida. Notel reclama ayuda y respaldo económico para rescatar de una casa de empeños de Cádiz un baúl donde escondía el documento que precisaba la localización exacta del tesoro. Su recién descubierto amigo canario no tendría más que allegar los fondos necesarios para la operación y, a cambio, percibiría la mitad del botín.

La historia habría resultado apasionante de haber sido cierta. Pero las 2.000 onzas de oro no existían, la singladura del balandro hasta África para comprar esclavos era falsa y, con toda seguridad, el autor de la carta no se llamaba Notel tal y como sostenía.

La curiosa peripecia es narrada por los investigadores canarios Manuel Cobiella y Manuel Poggio en su artículo “El timo del prisionero español y las leyendas de tesoros escondidos en Canarias”. Como aseguran los profesores, no hay constancia de que el destinatario de la carta del falso Notel fuera tan pardillo como para caer en la trampa.

 

Más pánfilos

La historia universal de los pánfilos es extensa y, por lo usual, tremendamente entretenida. Un siglo y medio después de que el ficticio marinero preso en Ceuta intentara dársela con queso a un honesto ciudadano, otro personaje sometido a un involuntario confinamiento también en la ciudad acababa de pegársela a un grupo de incautos.

El 23 de febrero de 2009, agentes de la Policía Nacional liberaban a un marroquí que permanecía secuestrado en el hotel Tryp de Ceuta. La habitación del establecimiento albergaba a un “selecto” grupo de individuos conocidos por su historial delictivo.

El rehén fue liberado, los captores, detenidos. Pero el asunto no quedó ahí.

Tras las pesquisas policiales, se determinó que el móvil del secuestro fueron los 27.000 euros de deuda que la víctima mantenía con los detenidos. Al parecer, el hombre liberado y uno de sus captores habían estafado al resto valiéndose del método del “timo del billete negro”. También conocido como el “timo del nigeriano”, su ejecución exige de la víctima una inocencia incluso mayor de la que se precisa para sucumbir a la estafa de las cartas nigerianas: el falsario consigue hacer creer a sus “primos” que el líquido que les vende a precio de oro permite convertir dinero tintado de negro en auténticos billetes de euro. Lo que recibieron finalmente fue un paquete de papeles recortados de una revista.

Sin embargo, el embarazoso incidente acabó felizmente para los implicados: el juez los dejó en libertad ante la imposibilidad de acreditar la comisión de los delitos investigados.