una pregunta parlamentaria evidencia la dificultad de cuantificarlos

¿Cuántos ceutíes no saben leer ni escribir?

Una pregunta del diputado Javier Varga en una sesión plenaria de la Asamblea ha puesto en primer plano la situación del analfabetismo en Ceuta. La dificultad para determinar el volumen de población que no sabe leer ni escribir siembra dudas acerca de los datos que se manejan. Según algunos estudios, el número de analfabetos residentes puede oscilar entre las 8.000 y las 10.000 personas.

¿Cuántos ceutíes no saben leer ni escribir? En una época obsesionada por cuantificar cualquier fenómeno social, por reducir a cifras las complejidades de la realidad, no existe una respuesta cierta a esta pregunta.

La cuestión ha sido planteada esta misma semana en el seno de la Asamblea por el diputado Javier Varga durante la celebración de la sesión de control al Gobierno. El consejero de Gobernación, Jacob Hachuel, se remitió, en su respuesta a Varga, a los informes del Instituto Nacional de Estadística (INE), que cifran en el entorno de los 10.000 el número de personas que no saben leer ni escribir en la ciudad, esto es, aproximadamente el 12% de la población. El porcentaje estimado de analfabetos funcionales en España ronda el 2%.

La empresa de determinar con exactitud el alcance del analfabetismo en Ceuta se antoja ardua. La imprecisión de las cifras, obtenidas a través de encuestas y no de censos fiables, hace que resulte difícil despejar la incertidumbre.

“Cuantificarlo es complicado. José Manuel Cantón y yo incluimos en uno de nuestros trabajos una cifra, pero procedía de una encuesta en la que se preguntaba sólo a los cabezas de familia”, explica el sociólogo y profesor de la UNED Carlos Rontomé, autor de numerosos estudios sobre la realidad social ceutí. La cifra aportada por Rontomé y Cantón fijaba en 8.400 el número de personas analfabetas.

Uno de los factores que introducen una dificultad añadida a la tarea de establecer con certeza el alcance del problema del analfabetismo en Ceuta procede del pujante incremento de la población extranjera, en su mayoría marroquíes. Según el último padrón, a 1 de enero de este año el número de residentes no nacionales registrados alcanzaba las 5.643 personas.

La infidelidad de las cifras oficiales camina de la mano de la sensación de que el peso del analfabetismo es mayor en la sociedad ceutí que en otros lugares de España. Una sensación, de otro lado, también confusa por cuanto que, en muchas ocasiones, se toma por analfabetismo lo que no es sino una dificultad para la resolución de problemas cotidianos derivada de una escasa instrucción. Hace unos meses, MDyC solicitó a la empresa Acemsa que mantuviera junto a la digital la factura en papel en atención a la numerosa población ceutí que se confiesa incapaz de manejarse con los ordenadores. Una iniciativa similar planteó Ciudadanos cuando sugirió al Gobierno local que estableciera una oficina para ayudar a los ciudadanos a cumplimentar las solicitudes de beca ofertadas por el Ministerio de Educación. Y, sin embargo, es probable que no todas las personas que preferirían tener en papel su factura del agua o que necesitaran ayuda para rellenar un formulario deban ser tenidas técnicamente por analfabetas.

Otro terreno resbaladizo es el que viene definido por el uso de la lengua de integración social, en el caso de Ceuta, el castellano. El profesor titular del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Francisco Moscoso, sostiene una controvertida teoría.

Moscoso ha instituido el concepto de “analfabetismo de opresión”, definido como la situación generada por el veto a la lengua materna en la escuela. El profesor de la Autónoma denuncia la desidia de la administración en la tarea de preservar el dariya, idioma de casi la mitad de la población ceutí, y propone: “La lengua nativa de los ciudadanos de origen marroquí en general, y en particular la población bilingüe de Ceuta, ha de ser tenida en cuenta en la escuela en un contexto de bilingüismo aditivo”.

La teoría de Moscoso encuentra, por supuesto, sus detractores. “Moscoso tiene un discurso propio donde intenta encajar las cosas y, si no encajan, las mete con calzador. ¿Opresión? No sé, no sé… Un poquito fuerte, ¿no?”, objeta el profesor Rontomé.