COLABORAN CON DIGMUN

Irene y Emilie y cómo ser voluntaria europea en una ciudad transfronteriza

Estas dos universitarias de Italia y Francia están, desde octubre, realizando un servicio de voluntariado europeo con Digmun. Por la mañana se ocupan de los menores que no están escolarizados y por la tarde enseñan a través a sus madres a leer y escribir. Una labor en la que no cabe la indiferencia que nos hace más fácil la vida "pero que no aporta nada".

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photo_camera Emilie Albert e Irene Tovani colaboran desde octubre con Digmun a través del SVE / P.H.L.

Emilie Albert e Irene Tovani son dos jóvenes estudiantes que desde octubre están en la ciudad realizando un Servicio de Voluntariado Europeo (SVE). Un proyecto enriquecedor que comparten con la asociación Digmun. Por las mañanas ayudan en las aulas de niños que no están escolarizados por carecer de empadronamiento y por las tardes, hacen lo propio en los talleres de alfabetización de mujeres marroquíes. A ambas voluntarias les sorprendió, y mucho, esta realidad de la ciudad y es que en sus países de origen, Francia e Italia respectivamente, es impensable que haya niños que no puedan ir al colegio “por un papel”. Y precisamente fue el trabajo de la asociación Digmun el que las animó a venir a Ceuta. Emilie ya conocía la labor de esta asociación, así como la situación que vive la ciudad transfronteriza gracias a la asociación Amsed en Estrasburgo con la que colabora.

Emilie e Irene han decidido dedicar un curso académico a ayudar a los demás. Este SVE se puede realizar sólo una vez en la vida, ellas lo saben y por eso, están aprovechando al máximo esta experiencia que nada tiene que ver con sus estudios. La francesa estudia escenografía urbana en una escuela de arte en Estrasburgo y la italiana, psicología, aunque en su país natal ya había colaborado con un centro antiviolencia. Aún les quedan cuatro meses en la ciudad para continuar ayudando a Digmun en su labor diaria con niños y mujeres. “Cada día te llevas algo nuevo, alguna enseñanza, alguna experiencia. Es muy enriquecedor”, explican con un castellano fluido.

Para Emilie e Irene ser voluntarias es casi una forma de vida. Animan a los jóvenes ceutíes a solicitar estos servicios europeos porque “nosotras aquí hemos entrado en contacto con gente muy implicada en la vida social y en la lucha por los derechos humanos. Luchan por un mundo más justo y eso se construye con proyectos como los de Digmun”. No es una labor fácil y más en una ciudad como Ceuta, donde aseguran “hay tantas injusticias” que necesitan contarlas. Emilie se las cuenta a sus amigos y familiares a través de internet pero para Irene no es tan fácil, “lo que aquí pasa no se puede contar como un cuento, cada día es una experiencia. Vivirlo es muy diferente a contarlo”. En lo que sí coinciden ambas voluntarias es en señalar la fuerza y la dignidad de las mujeres que acuden a Digmun a aprender. “Ellas sí que tienen historias que contar. Trabajan todo el día y por la tarde tienen la fuerza y la voluntad de aprender español”.

Cuando empiece el verano Emilie e Irene abandonarán Ceuta, pero se llevarán la maleta llena de experiencias, de historias y de amigos. Historias que seguirán llenando su equipaje una vez que vuelvan a sus países, porque van a seguir con el voluntariado. Ambas animan a los jóvenes a dedicar su tiempo a ayudar a los demás, “cada día se aprenden cosas nuevas sobre la sociedad y sobre uno mismo. Es una muy buena manera de desarrollarse y de aprender un idioma, además de ayudar a quienes más lo necesitan porque ser voluntaria significa no ser indiferente a lo que ves y a lo que vives. Hay que superar esa indiferencia que nos hace la vida más fácil pero que no aporta nada y en Ceuta, desgraciadamente, es lo que pasa”, concluyen estas jóvenes estudiantes que han decidido dedicar un año de su vida a ayudar, lejos de sus casas y con un idioma distinto.

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