K-Bahianos, más allá de la polémica

El grupo cumplió con las expectativas, las de cualquier grupo local, y se entregó, ante algo menos de un centenar de personas 90 minutos a un repertorio bien ejecutado, pero aburrido

 

 

 K-Bahianos en directo la pasada noche de jueves.
photo_camera K-Bahianos en directo la pasada noche de jueves.

El grupo de Juan Orozco, hermano de la consejera de Cultura, Pilar, cumplió este jueves por la noche con su cita ante el público caballa en la plaza Nelson Mandela, lo hizo como cualquier otro grupo local, con denodado esfuerzo, poniendo sobre el escenario lo que muchas horas de ensayos y afinamientos les permite hacer. En medio de una escenografía  que trataba de recrear la exuberancia vegetal de Brasil, recargado de plantas y con una especie de ambigú para los amigos (colaboradores) al fondo del escenario. Pero sin un especial brillo que justifique los casi 14.000 euros que se ha llevado sobre los menos de 2.500 euros (en el mejor de los casos) que suelen cobrar sus colegas de la escena local.

Vaya por delante que no debe de ser fácil subirse al escenario sabiendo que eres la comidilla de todo el gremio del arte y la cultura local y de buena parte del resto de la ciudad. Y en el público se ven caras habituales en la programación cultural de la ciudad, una pequeña comunidad brasileña y otras personas que tienen más pinta de ir a comprobar con sus orejas de qué va toda este lío más que de ser profundos amantes de la música popular brasileña.

Concierto de K-Baianos en la plaza Nelson Mandela
Concierto de K-Baianos en la plaza Nelson Mandela

Así se explicaría que cuando el ordenador para las proyecciones falla y el inicio del concierto se retrasa más de media hora, el líder del grupo parezca subirse por las paredes. Tal vez, en cualquier otra cita, se hubiera primado la puntualidad sobre lo que aportaba ese elemento a la escena, pero cuando todo el mundo sabe que el proyecto de decoración (plantas para decorar una terraza de mil metros cuadrados más dos cuadros de motivos tropicales y tribales, hay mucho arte en la familia) y la video proyección las has facturado a 1.800 euros, que es incluso mas de lo que podría cobrar por un concierto alguna banda local, conviene por los mirones que el ordenador acabe funcionando.

El ordenador básicamente acaba sirviendo para restar ritmo a la actuación, salpicándola con proyecciones de vídeo, didácticas por así decir, en las que se explicaba quién era Gal Costa o Erasmo Carlos, renombrados artistas del movimiento de la música popular brasileña desaparecidos recientemente. O un saludo de quien fuera durante muchos años guitarrista de la propia Gal Costa.

El concierto arranca con ‘A tonga da Mironga do Kabulete’ para “echar fuera todos los malos rollos”, dice Juan Orozco. Y el sonido coge el color que ya refleja el escenario, pero es un puro espejismo, en los que sigue, el grupo apuesta por un repertorio pausado, lento, y más bien aburrido.

La música popular brasileña la disparó Vinicius de Moraes, “poeta y ex diplomático” como le gustaba presentarse a él, y también borracho, “Confieso que he bebido”, decidió titular su autobiografía parodiando a la del Nobel Pablo Neruda (‘Confieso que he vivido’). Fue él quien puso en marcha la obra de teatro en la que se basaría la película Orfeo Negro y acabaría por globalizar los sones surgidos de la negritud brasileña.

El año que viene se cumplirán 70 años desde el montaje de esa obra, y por el camino, increíbles compositores y arreglistas han dejado para la posteridad un elevadísimo número de obras maestras, unas más lentas y otras más alegres. El repertorio incidió en las lentas y sólo pareció dispararse hacia al final cuando sí le infundieron algo de alegría al bolo.

Las colaboraciones, facturadas a 750 euros, pasaron por Violeta, cuya voz aportó matices y profundidad al repertorio. “Violeta que se quede”, se escuchó a algún asistente. Pero incluso en su intervención se nota que la banda está como amordazada. A Violeta se le queda el techo corto, a su voz, al cantar ‘Mais Que Nada’. Al escenario se suben también Ismael (The Thicks) a la voz, para ponerle bastante más carácter que el que le echaba la banda de Orozco y Carlos Galet (The Thicks, etc.) al saxo para aportar también más colores al sonido del grupo.

El concierto deambula hacia el final sin justificar los 14.000 euros, con los que “se podrían haber montado 5 ó 6 bolos de grupos locales, un festival poco menos, o acostumbrar a la gente a tener música en directo durante un par de meses y que se justifique después que nos contraten más veces”, anónimo artista local en los últimos días.

O locales de ensayo, luce vacío un edificio destinado al uso cultural junto al escenario en uno de los laterales de la plaza. Si alguien regala dinero, alguien tiene que estar dispuesto a cogerlo. Más allá de la polémica, el concierto fue más bien soso, profesional, y no parece justificar el pago, que al final es lo que había que valorar. Pero a otro precio, Bienvenidos K-Bahianos tantas veces como quieran.

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