La crisis abierta a raíz de la suspensión del porteo revela la falta de voluntad para equilibrar los intereses de uno y otro lado de la frontera

Exceso de celo, falta de interlocución

El conflicto fronterizo, nacido de la decisión de Marruecos de acabar con el porteo, se escenifica en el exceso de celo de los controles aduaneros en el país vecino, la falta de interlocución entre las partes y las horas de espera en el área de estacionamiento de Loma Colmenar.

Paso fronterizo de El Tarajal (C.A./ARCHIVO)
photo_camera Paso fronterizo de El Tarajal (C.A./ARCHIVO)

Las esperas han vuelto a la frontera de El Tarajal. Durante la última semana, miles de conductores se han visto obligados a aguardar hasta seis horas para cruzar a Marruecos. Desde que se abrió la zona de estacionamiento de vehículos de Loma Colmenar hace poco más de un año, los colapsos de tráfico parecían haberse convertido en cosa del pasado. Ahora, la crisis del porteo ha resucitado aquellos viejos problemas.

La decisión firme adoptada por Marruecos de acabar con el tráfico de mercancías procedentes de Ceuta, escenificada en rígidos controles que comprometen la fluidez de los tránsitos a través de El Tarajal, no parece ser fruto de un consenso previo entre vecinos. De hecho, las dificultades en la interlocución entre los responsables de la Delegación del Gobierno y las autoridades del país vecino no han permitido amortiguar los efectos de la política del “ya no más porteo” inaugurada hace poco más de dos meses por Rabat. El exceso de celo de los aduaneros marroquíes, con estrictas inspecciones a los vehículos que atraviesan Bab Sebta, es ya una imagen característica del contencioso.

Un ejemplo de ello son las reticencias mostradas por el nuevo jefe de aduanas de la frontera marroquí para reunirse con portavoces de la Delegación.

Esta falta de diálogo, unida a la confusión que parece haber instalado Marruecos sobre el futuro del “comercio atípico”, mantiene una incómoda incertidumbre sobre el futuro de la frontera y la economía local. El presidente de la Ciudad, Juan Vivas, comedido habitualmente en sus declaraciones acerca del país vecino, instaba a comienzo de mes a Marruecos a definir sus propósitos: “Que se aclare”.

Mientras se dilucida qué sucederá con una actividad económica que sostiene una parte nada desdeñable de la economía ceutí, la explanada de Loma Colmenar, creada como estacionamiento para aliviar los tránsitos en dirección a la frontera, se ha convertido en el símbolo del desencuentro entre españoles y marroquíes.

Por si fuera poco, la decisión del Gobierno municipal de dejar de financiar el mantenimiento del área de embolsamiento de vehículos desde el 30 de marzo próximo ha venido a complicar las cosas. La Ciudad dejará de asumir el sostenimiento del aparcamiento si, en ese plazo, el Gobierno central no le abona 7,2 millones de euros, dotación de dos convenios, uno de ellos suscrito para financiar la prestación de servicios en el entorno de la frontera, que Madrid ha resuelto no prorrogar.

La posibilidad de que el Gobierno de Juan Vivas haga efectiva su amenaza ha sido recibida con inquietud por los 35 trabajadores de la sociedad municipal Amgevicesa que prestan sus servicio en el área de embolsamiento. La plantilla teme por sus empleos, un recelo que escenificaban esta semana con la convocatoria de una jornada de huelga que debía de haberse celebrado el pasado viernes. La mediación de la Ciudad permitía la desconvocatoria de la movilización aunque no despeja las dudas de los trabajadores sobre su futuro.

La pugna entre las administraciones central y local por la transferencia de los 7,2 millones que todavía sigue en el aire pone en riesgo la propuesta más lúcida que los gestores públicos han tenido en los últimos años respecto a la ordenación del entorno fronterizo. La sola idea de que el área de embolsamiento -que acabó con el desbarajuste del tráfico en la zona y alivió los accesos a las barriadas colindantes y el hospital- pueda desmantelarse por las querellas entre los gobiernos central y municipal se antoja inaceptable.

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