la pesadilla del tarajal

Teoría del desorden

La situación generada por el colapso del tráfico rodado a través de la frontera de El Tarajal ha convertido lo excepcional en cotidiano. 

Lo excepcional convertido en cotidiano. A bordo de su vehículo, Hassan resopla todavía paciente. Han transcurrido cinco horas desde que se incorporó a la cola de automóviles que se prolonga desde la frontera de El Tarajal hasta Miramar Bajo. Son las siete de la tarde.

Este jueves de junio no es muy distinto a lo que han sido la mayoría de los días de esta semana en El Tarajal. Colas kilométricas de vehículos que colapsaban la carretera nacional y los viales que conducen a ella.

“Vivo en Tetuán, pero trabajo aquí –se queja Hassan- Lo que ocurre en esta ciudad no tiene explicación ni, al parecer, nadie que quiera buscarla”.

Conforme se avanza a pie en dirección al paso fronterizo, se advierte en el ambiente una tensión indisimulada entre los centenares de personas confinadas en la cola. Como en un cuento cortazariano, los ocupantes de los vehículos descienden a las aceras para estirar las piernas e intercambiar impresiones en torno a un monotema: el monumental e incomprensible atasco que les recluye en este mar de metal.

Los agentes de los GRS de la Guardia Civil intentan poner orden allí donde es imposible concebirlo. Vigilan que los contados avances que experimenta la cola no sean interrumpidos por conductores indolentes, detienen a ancianos que tratan de llegar caminado hasta la frontera con una carga de chatarra a la espalda, conminan a los periodistas a identificarse.

Un poco más allá, el conductor de un camión con productores perecederos no oculta su inquietud ante la posibilidad cierta de que la mercancía acabe malográndose.

El caos que niegan las autoridades sienta sus reales a lo largo de la carretera nacional. Basta con acercarse a la frontera para darse cuenta de que el caos, efectivamente, existe.