manuel lópez preside el congreso sobre inmigración

“No creo que 700 inmigrantes paseando por Europa, que es lo que reúne el CETI, sean un problema”

El Instituto de Estudios Ceutíes (IEC) celebra a finales de noviembre la séptima edición de su Congreso Internacional sobre Inmigración, Interculturalidad y Convivencia. "Queremos que sirva para invitar a que la gente piense que no es mala idea aprovechar todo lo bueno que tiene la inmigración", confía su presidente, el profesor Manuel José López.

MANUEL JOSÉ LÓPEZ
photo_camera El presidente del Congreso de Inmigración, Manuel José López/ CRISTIAN MARFIL

El Instituto de Estudios Ceutíes (IEC) celebrará entre los próximos 24 y 26 de noviembre la séptima edición de su Congreso Internacional sobre Inmigración, Interculturalidad y Convivencia. Bajo el lema “Derechos humanos y política de fronteras”, los organizadores reunirán en la Facultad de Educación una panoplia de expertos procedentes de los más diversos ámbitos de la actividad académica y profesional, además de otros invitados que aportarán su experiencia personal. Arcadi Olivares, profesor de Economía aplicada en la Universidad de Barcelona, Ignacio Cembrero, periodista, y Mahmud Traoré, un joven migrante que en 2005 saltaba la valla fronteriza para entrar en Ceuta, son algunos de los ponentes.

Al frente del Congreso estará el profesor de la Facultad de Educación, Economía y Tecnología de Ceuta Manuel José López.

“Tratamos de ofrecer una visión lo más amplia posible del fenómeno con el fin de dar cabida a todos los actores. El propósito es que puedan contar sus vivencias, debatan las posibilidades de cambio que puedan darse, conversen acerca de cuál puede ser la política de inmigración del futuro…”, explica López.

 

Uno de los aspectos que ustedes pretenden abordar en este congreso es el de la narración que de la inmigración ofrecen los distintos actores sociales y políticos, con los medios de comunicación a la cabeza. ¿Cómo percibe la opinión pública este fenómeno?

-Quizás la inmigración no se esté entendiendo de la manera más adecuada. La idea de que el que llega lo hace para arrebatarnos derechos sigue ahí. Pero hay que pensar que lo que sucede en ocasiones es que los gobiernos no garantizan suficientemente los derechos de los autóctonos.

La llegada de los inmigrantes sólo procura riqueza a un país. Algunos estudios han llegado a cifrar en 6.000 millones de beneficio el impacto que la inmigración ha tenido en España. Nuestro estado de bienestar está sostenido, en cierto modo, sobre la inmigración. Y hablo en términos puramente económicos. No digo nada si de lo que hablamos es del enriquecimiento cultural que nos proporciona.

Es decir, la inmigración es positiva para los países de acogida, pero lo cierto es que no es éste el mensaje que llega a la sociedad. La gente no percibe esto.

Por eso, en el Congreso queremos poner sobre la mesa cuál es el papel de los medios de comunicación en este escenario, cuál la actitud de la clase política, ésa que a veces siente la tentación de utilizar al inmigrante como moneda de cambio.

 

La situación de Ceuta frente a la inmigración constituye, obviamente, una excepción en comparación con la del resto del país. ¿Esta excepcionalidad influye en la comprensión que la población tiene sobre el fenómeno y en el tratamiento que se le da por las autoridades?

Las cosas, en realidad, no son tan distintas. No debemos pensar que Ceuta es algo especial. Por supuesto que existen fenómenos específicos como los de las mujeres transfronterizas, las porteadoras o los menores no acompañados. Pero Ceuta no deja de ser parte de España y de Europa y el tratamiento que se da a la inmigración es muy similar.

 

La interculturalidad es una de las referencias del Congreso desde su primera edición. El modelo de integración al que ha recurrido Europa no parece haber resultado muy exitoso, a juzgar por los resultados. ¿Cómo ha de abordarse el fomento de las relaciones entre comunidad que han de alimentar esa interculturalidad para que el intento no desemboque en fracaso?

Quizás lo que ha sucedido es que se ha recurrido a modelos poco idóneos. Si observamos, veremos que las sociedades subrayan la diferencia cuando tratan de poner en marcha un modelo intercultural. Yo creo, y esto es una visión muy particular, que cualquier proyecto intercultural ha de asentarse sobre dos pilares: la igualdad entre los seres humanos y la atención a la diversidad. Si no consideras que todos los seres humanos son iguales en derechos y obligaciones, difícilmente puedes abordar atención a lo diverso.

Hay una cosa evidente. Si la población que está y la que llega tiene cubiertos sus servicios básicos, los proyectos interculturales dejan de encontrarse con tantos problemas a su paso.

Sin embargo, lo que se suele poner sobre la mesa es lo que nos diferencia, lo folclórico. En Ceuta, por ejemplo, destacamos más aquello que no nos iguala aunque, en realidad, sean más las cosas que compartimos. Todo es más fácil de llevar si subrayamos aquello que compartimos.

 

¿Y cuál es el estado de la convivencia y la igualdad en Ceuta?

Creo que es mejorable. Lo que hay que hacer es poner sobre la mesa datos, datos que permitan ver cuáles son esas desigualdades que pueden llevar a un conflicto intercultural, un conflicto que yo prefiero llamar entre grupos poblacionales. Por ejemplo, si la exclusión social en una zona de la ciudad parece favorecer un conflicto aparente con el resto, a lo mejor hay que considerar que lo que entra en juego son consideraciones como que esas personas viven en un mismo lugar, o que carecen de servicios esenciales o que no llegan a determinados niveles educativos… Los problemas surgen cuando los ciudadanos no son atendidos en las condiciones idóneas.

En ocasiones, todo esto está relacionado con la lucha por el voto. Parece que voy captando votos en la medida en que voy separando a la ciudadanía en identidades únicas. Yo no creo que la religión sea el único criterio identitario que podemos encontrar en Ceuta. Pero parece ser que es el único que la gente utiliza. Y esto ahora, que vamos de elección en elección, se utiliza más.

 

Los centros de internamiento de extranjeros (CIE) han sido denostados por las organizaciones de derechos civiles debido a su régimen penitenciario. En Ceuta y Melilla, los centros de estancia temporal de inmigrantes (CETI) parecen concebidos para retener a sus residentes por un tiempo indeterminado hasta que se les deja acceder a la Península. ¿Qué opinión le merecen este tipo de establecimientos?

Uno de los intervinientes en el Congreso es el primer imputado por la denominada “Ley Mordaza” y es el primero que denunció el mantenimiento de los centros de internamiento de extranjeros. Es un ejemplo de que las sociedades no mejoran si no hay gente que alce la voz y señala lo que no está bien. Los cies no cumplen la normativa de derechos humanos.

En cuanto a los cetis, es difícil entender por qué una ciudad ha de contener a los inmigrantes. Puede ser que a veces resulta interesante para pedir fondos a Europa.

No creo que 700 inmigrantes paseando por Europa, que es lo que puede llegar a reunirse en el CETI, lleguen a constituir un problema.

Nosotros entendemos que la inmigración tiene que estar vinculada al mercado laboral, pues si no es así los inmigrantes se convierten en mano de obra para explotar. La no vinculación al mercado laboral del inmigrante es un fracaso de las políticas migratorias. Ésta es una de las cosas que queremos debatir en el Congreso.

 

Considerando la ola de extremismos de toda laya que se vive en Europa, ¿estamos mejor que hace una década en lo que concierne al tratamiento de la inmigración?

Mejor no estamos, al menos desde el punto de vista de lo que nos cuentan. Precisamente, en el Congreso queremos saber si los datos evidencian que, efectivamente, estamos tan mal como los medios nos hacen ver.

Lo que es verdad es que resulta un pena ver cómo hemos vuelto al punto de plantear la disyuntiva entre inmigrante sí o inmigrante no. Es obvio que el crecimiento de la extrema derecha en Europa tiene su importancia. Estos partidos utilizan la inmigración en sus campañas, y esto cala entre la gente, que acaba viendo al inmigrante como alguien que llega para agredirle y quitarle derechos.

Este tipo de citas, los congresos como el nuestro, tienen la obligación de exponer los hechos como son, con arreglo a los datos. La opinión pública, que es una opinión mediática, se deja llevar por los titulares.

La cuestión es si querernos aproximarnos al fenómeno de la inmigración a través de la información y los datos o si preferimos atender a lo que dice el vecino, el periódico o la tele sin reflexionar más allá. Nosotros queremos que el Congreso sea lo más divulgativo posible, que sirva para invitar a que la gente piense que no es mala idea aprovechar todo lo bueno que tiene la inmigración y trabajar con ello para hacer una sociedad cada vez mejor. Porque el futuro de las sociedades europeas va a estar muy determinado por el fenómeno migratorio en los próximos años.