El frío y los virus: una relación complicada

El frío puede jugar un papel indirecto en la propagación de los virus pero son estos, y no el frío, los verdaderos causantes de las enfermedades

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Llega el frio y con el, las enfermedades respiratorias. Desde tiempos inmemoriales, las advertencias como “no te expongas al frío” o “abrígate o te enfermarás” han sido un eco constante en nuestras vidas. Estas frases, repetidas hasta la saciedad, han creado la falsa idea de que el frío es un gran enemigo de nuestra salud. Sin embargo, con la llegada de la pandemia, hemos adquirido nuevos conocimientos y la palabra “virus” ha tomado un protagonismo indiscutible. Esto nos lleva a una pregunta fundamental: ¿Es el frío el verdadero culpable de nuestras enfermedades o son los virus?

La respuesta, aunque pueda sorprender a algunos, es bastante clara: los virus son los verdaderos causantes de las enfermedades.

Los virus y el resfriado común

Para contraer un resfriado, es esencial estar expuesto a un virus. Un resfriado es una infección viral de las vías respiratorias superiores. Sin virus, no hay infección. Y sin infección, no hay resfriado.

Contrario a lo que muchos puedan creer, no existe una relación causa-efecto significativa entre el frío y los resfriados. Lo que sí es cierto es que existen numerosos virus capaces de causar un resfriado común y que la mayoría de estos virus se reproducen y se encuentran principalmente en los meses de invierno, es decir, cuando y donde hace frío.

El frío y el ambiente interior

El frío también nos lleva a pasar más tiempo en interiores que al aire libre. Los espacios interiores suelen ser más reducidos y no están adecuadamente ventilados, precisamente debido al frío. Esto facilita la propagación de los virus entre las personas, ya que muchos de los que entran en estos lugares ya portan sus propios virus y pueden provocar contagios.

Además, la calefacción, aunque mantiene la casa caliente, también seca el ambiente, lo que a su vez seca nuestras fosas nasales. Con los senos secos, el flujo de moco nasal disminuye y se dificulta la labor del sistema inmunológico para frenar a los virus.

La humedad y la transmisión de la gripe

La baja humedad interior puede favorecer la transmisión de la gripe. Según una investigación de 2013, a baja humedad relativa, el virus de la gripe alcanza su máxima infectividad. Por el contrario, a mayor humedad relativa, el virus se inactiva rápidamente después de toser o estornudar.

Esto se debe a que, cuando hay mucha humedad, los virus que expulsamos con un estornudo, por ejemplo, se adhieren a las moléculas de agua que, al pesar más, caen al suelo antes de desencadenar una nueva infección. En cambio, en una habitación seca, estos virus de la gripe a menudo continúan flotando hasta que alcanzan a una nueva víctima.

¿Influye el frío?

Si no hay virus, el frío no puede influir. Sin embargo, algunos estudios realizados en laboratorio sugieren que el frío podría debilitar indirectamente el sistema inmunológico y hacernos más vulnerables a estos virus.

Por ejemplo, un estudio realizado en 2017 en la Universidad Mahidol, en Tailandia, encontró que cuando las células inmunes se enfrían son menos efectivas para combatir los virus. Esto podría facilitar que los virus infecten más.

Otro ejemplo lo encontramos en el virus Influenza, que es el virus de la gripe. Una investigación de 2008 encontró que los conejillos de indias enfermos de gripe tenían más probabilidades de contagiar a otros conejillos de indias a temperaturas más frías.

La razón descubierta en laboratorio está en la membrana externa del virus de la gripe, que está compuesta principalmente de moléculas conocidas como lípidos, que incluyen aceites, grasas, ceras y colesterol, y que no se mezclan con el agua. A temperaturas frías, estas moléculas cambian su comportamiento, lo que podría facilitar la propagación del virus.

En conclusión, aunque el frío puede tener un papel indirecto en la propagación de los virus, es importante recordar que son los virus, y no el frío, los verdaderos causantes de las enfermedades. Así que, aunque es importante abrigarse bien en invierno, también es crucial mantener una buena higiene y cuidar nuestro sistema inmunológico para protegernos de los virus.