El entretiempo la sangre altera

Uno de los primeros temas que se estudiaba en conocimiento del medio era las estaciones del año. Nos quedó bastante claro que todo era culpa de la inclinación de la Tierra, que por culpa de su cojera no siempre íbamos a tener buen tiempo.

Uno de los primeros temas que se estudiaba en conocimiento del medio era las estaciones del año. Nos quedó bastante claro que todo era culpa de la inclinación de la Tierra, que por culpa de su cojera no siempre íbamos a tener buen tiempo. También aprendimos que cada una de ellas tenía unas características impepinables. La primavera, polen y mocos; Verano, chiringuito y pelota de nivea; Otoño, hojas y gusanos de seda e Invierno, frío y Reyes Magos. Hasta aquí, todo en orden.

El calentamiento global es el culpable del deshielo de los polos, de las subidas de las temperaturas y de combinar sandalias con sudadera. Estaciones del año, entretiempo. entretiempo, estaciones del año. Que parece ser no se conocen, como si entretiempo jugase en segunda. Les pasa como a mi gorro y mi paraguas, que no deberían conocerse. Ni siquiera saludarse. Pero ahí están, compartiendo momentos. Para su desgracia y para la mía. El entretiempo la sangre altera y no la primavera.

El entretiempo es esa época del año en la que la Tierra está bailando sin control alrededor del Sol. A ratos baila dembow perreando muy cerca, incluso arrimando cebolleta, y a ratos haciéndole la danza de la lluvia cherokee. Es como si el clima se pusiera a las órdenes de los meteorólogos. En entretiempo siempre aciertan, llueve y solea a gusto de todos. De hecho en esta época debería estar permitido que los meteorólogos pudiesen ir borrachos y drogados a trabajar. Van a acertar y fallar con la misma fortuna. Hostias. Ahora entiendo la cara desencajada y pupilas como platos de Brasero con una simple calima canaria.

Hay dos cosas incompatibles con el entretiempo: poner lavadoras y lavar el coche. Ambas alteran la sangre. Imagino a Dios desde arriba, omnipotente con palomitas en mano viendo como metemos el coche en el lavadero, celebrándolo como si estuviese viendo la última muerte de su serie favorita. Su botón del play son los tres euros con jabón incluido que se mezclan con el abrillantador del limpiaparabrisas. La putada del chaparrón al tendedero Dios se la deja a su becario.

Salgo a la calle tras convertir mi salón en un mercadillo. Todo pomo, silla, cuadro e incluso una endeble alcayata pueden hacer las veces de perchero. Estoy en la parada del bus y me doy cuenta que estoy en medio de un desfile de David Delfín. Qué manera de combinar. Qué estilo, qué porte, qué huevazos llevar chubasquero y pantalón corto por encima de la rodilla. Ése es el más normal. La chica que viene corriendo para no perder el bus lleva unas katiuskas amarillas con falda de tubo y blazer. Ni la mismísima Agatha llevaría eso a la confirmación de Froilán. En fin, la estampa era más propia de carnaval que de jornada laboral. Porque efectivamente, el entretiempo es época de disfraces sin careta.

 

Ya lo decía el Refranero Español: “nunca llueve a gusto de todos”. Y llevaba razón, porque cuando se escribió, ni existía el Entretiempo ni tampoco los meteorólogos.